Hace falta una reina
Esto ha causado indignación y vergüenza entre los televidentes por la inutilidad de varias obras fastuosas acometidas con esos recursos, que contrastan con la pobreza polvorienta de los municipios que los habían recibido.
Muchos de ellos no tienen acceso a los servicios básicos, y casi la totalidad de sus habitantes están afiliados al régimen subsidiado de salud. Si esos dineros se hubieran invertido bien no se observaría el grado de pobreza que se advierte. Pero se canalizaron a contratos que aparentemente sirvieron principalmente para aceitar la maquinaria clientelista de las localidades, no quedaron sino obras en diversos estados de deterioro que en nada contribuyen al bienestar o al paisaje urbano.
Son despojos de una manera irresponsable o criminal, de manejar los recursos públicos, criaturas de una dirigencia local y de un sistema clientelista cuya acción va en contra del desarrollo económico y social del país y que deteriora y envilece las instituciones políticas. Esta clase política ha logrado dilapidar enormes sumas en pequeños municipios que carecen de casi todo.
Los informes de CMI de la semana pasada relataban cómo municipios del Cesar de pocas decenas de miles de habitantes han despilfarrado cientos de miles de millones de pesos en obras inútiles.
Es sorprendente que un derroche de recursos públicos de esta magnitud no haya suscitado el mismo nivel de indignación que ha motivado el caso de Agro Ingreso Seguro porque en unos pocos de esos municipios se ha malversado más plata que la que se entregó irregularmente en ese programa, lo que ha causado una serie de acusaciones de la Fiscalía y acciones paralelas de la Contraloría.
Posiblemente la indiferencia del público, de la Fiscalía, y de las instituciones de control, que es lo que ha hecho posible el despilfarro, se debe a que la gente no percibe que un malgasto de esa magnitud pudo haber ocurrido en su pueblo ni tiene plena conciencia de la oportunidad perdida. Tampoco se ha identificado a un culpable.
Para que el Agro Ingreso Seguro se convirtiera en un escándalo nacional y generara indignación y correctivos fue necesario que una Reina Nacional de la Belleza apareciera entre los favorecidos.
En ese momento, la gente se dio cuenta de que algo andaba mal.
En este caso, ninguna de las reinas del Cesar o de La Guajira ha resultado beneficiaria de contratos multimillonarios financiados con regalías y no ha servido para despertar conciencias. Como la mayoría de los contratistas son de roscas políticas y pasan agachados, no hay una cara con la que se pueden asociar las fechorías.
En ausencia de una reina de belleza para despertar conciencias, el que puede cambiarle el destino a las regalías del futuro es el ejecutivo nacional, porque en el Congreso se encuentran muchos de los que patrocinaron el despilfarro o se beneficiaron de él. Se han opuesto a la reforma del sistema de regalías que presentó el gobierno y han negociado con él una solución inferior a la original, que es la que está en curso y deja en manos de los que han malgastado los recursos el manejo de los fondos a través de los cuales se canalizarían en un futuro las regalías. Esto va a permitir que continúe el jolgorio y no es la solución. Lo ideal sería volver a la propuesta original del gobierno o por lo menos darle veto a Hacienda y al DNP en las decisiones de inversión de esos fondos.