21 de abril de 2025

Democracia en el mundo árabe

4 de febrero de 2011

Las protestas han obligado al líder tunecino Ben Alí a retirarse del poder, el Presidente egipcio Mubarak recibió un ultimátum para retirarse del poder. En Jordania se cambió el gobierno para iniciar procesos de reforma, en Yemen el Presidente afirmó que no se presentará a la reelección y en Marruecos y Argelia se han anunciado medidas económicas para subvencionar productos de primera necesidad.

Quienes creemos en la democracia vemos con agrado que se den estas transformaciones aunque siempre quisiéramos que fueran pacíficas. Los hechos, al menos en Egipto, muestran que éste no fue el caso y cómo la conformación de un nuevo equilibrio político genera enormes resistencias.

Todo cambio genera temor para los involucrados, incluso para quienes lo anhelan. En este contexto la pregunta que la comunidad internacional debe hacerse es cómo vamos a apoyar las transiciones que se presentan y contribuir a que los miedos, fuente de violencia, sean calmados y canalizados constructivamente.

Las aspiraciones de los protestantes van más allá del reclamo democrático. Su anhelo está en encontrar trabajo (en países como Túnez el desempleo llega al 35%) y tener mejores condiciones de vida. Unas y otras requieren tiempo, esfuerzo y recursos: el desafío es inmenso, por lo que sin un compromiso pro-democrático internacional es inviable la estabilidad de las nuevas instituciones que van surgiendo.

Por otra parte, la incertidumbre sobre el futuro y la enorme expectativa que crea la llegada de la democracia, se vuelven caldo de cultivo para alternativas políticas de corte populistas o fundamentalista con fuerte impacto en la estabilidad regional.

Estos hechos deben llamar la atención de los Estados y de los organismos multilaterales. En primer lugar, se requiere diseñar nuevos mecanismos que coadyuven a estos procesos y sobre todo realizar un ejercicio de autocrítica, pues varios analistas coinciden en afirmar que parte del descontento popular tiene relación con la aplicación de las fórmulas de desarrollo propuestas por dichos organismos.

Esta realidad abre para Colombia una oportunidad de contribuir en la consolidación de la democracia y de dejar atrás la indiferencia histórica hacia esta región en la cual también tenemos raíces.