Ya no es tiempo de caciques
Hasta las últimas décadas de la centuria anterior, los llamados caciques o barones electorales hacían y deshacían a su antojo con su cauda de votos amarrados y cautivos, unos a base de contratos y puestos y otros a punta de mercados, tejas y bultos de cemento, más importantes éstos últimos mientras más cerca estuvieran las elecciones.
Nombres como los de Bernardo Guerra Serna, en Antioquia; José Name Terán, en Bolívar; Víctor Renán Barco, en Caldas; Jaime Pava Navarro y Alberto Santofimio Botero, en el Tolima; Camilo Mejía Duque, en Risaralda y Ancízar López, en el Quindío, entre otros, eran sinónimo de rotundo triunfo en las contiendas comiciales.
Hoy ya nadie encarna ese nefasto fenómeno que tanto mal le hizo a la democracia, y no hay ningún dirigente regional – por poderoso que se crea o lo hagan creer – que merezca, sobre todo realmente, ese dudoso honor de ejercer un cacicazgo electoral parecido.
Debe reconocerse, sin embargo, que todavía hay muchos ignorantes y oportunistas que sacaron su cédula de ciudadanía pensando en esas tejas y esos bultos de cemento que podrían recibir cada dos o cuatro años, y que resultan ser materia de deshonrosa transacción en los certámenes que realiza periódicamente la Registraduría nacional del estado civil.
Pero no son tantos como para graduar a alguien de cacique electoral; si acaso, de indio venido a más.
Ahora, aunque no en el grado deseable, el elector común, el ciudadano pensante, ha ido tomando conciencia sobre la necesidad de saber escoger y encomendar los destinos de sus regiones o corporaciones colegiadas a los más capacitados, a los más honestos, a los menos comprometidos con pasados dudosos y a aquellos que han demostrado visión y que tienen experiencia en el manejo de la cosa pública.
De allí las grandes sorpresas que se llevaron gran parte de esos caciques en varias regiones del país durante muchos de los eventos electorales sucedidos en los últimos años, en los cuales el llamado voto de opinión — desdeñado por quienes creen que con la plata se compra todo – dejó en claro que el sufragio es digno y cambiante, y que no está atado a cualquier vituperable negociación.
Antioquia no ha sido ni puede ser ajena a esta sana evolución en el acontecer político, y estar atenta a la advertencia del senador liberal, Luis Fernando Velasco, quien citado por la columnista de El Espectador, Cristina de La Torre, sostuvo que “en Colombia no se gana el poder sino que se compra. Se invierte en ganar alcaldías, gobernaciones y curules en los cuerpos colegiados. La retribución vendrá con creces”. Todavía se está a tiempo de pensar en grande.