Una noticia agraviante
La operación, que parte del remate de los carros viejos, costaría al erario treinta mil millones de pesos, a ojo de buen cubero.Si la noticia hubiera aparecido en épocas de vacas gordas, vaya y venga. Hubiera merecido acaso el reparo de que cada senador de los 102 que hay, disfruta de dos carros y que los restantes sirven para movilizar a los altos empleados de la misma Corporación. Pero cuando la información sale al lado de otras que registran los estragos ocasionados y las imágenes desgarradoras -como las que han aparecido sobre la situación de millares de víctimas que han perdido sus vivienda y no gozan de servicios públicos esenciales, con ocasión de la tragedia invernal, tal clase de noticias constituye una afrenta, una desconsideración, un agravio, contra compatriotas caídos en desgracia y a los cuales resulta imperativo socorrer por encima de otras necesidades que pueden aplazarse o diferirse sin causar ninguna clase de traumas económicos o sociales.
La buena noticia –la que hubiéramos querido leer-, habría sido la de que con el producto del remate de los carros viejos del Senado se reconstruirían las escuelas que quedaron destruidas por el invierno en varias regiones del país o se atendería el déficit de camas y de material médico de los hospitales, o se repararían los caminos vecinales que, por la misma causa, hoy son intransitables.
Queremos creer que la operación presupuestal en marcha en el Ministerio de Hacienda, para contribuir a la renovación del parque automotor del Senado, no se consumará, y que en cambio el titular de esa cartera -el mismo que ha firmado los decretos de emergencia económica social y ecológica para confrontar la crisis invernal y evitar la extensión de sus efectos-, rechace la petición del funcionario administrativo del Senado, por inconveniente e inoportuna. Es lo que debe esperarse, por supuesto.
De otra parte, habría que pensar en la mala imagen que se proyectaría en el mundo de un país que, en tan graves circunstancias, desvía, sin embargo, los recursos públicos para satisfacer costosas y superfluas vanidades de los voceros del pueblo en la más alta de sus corporaciones públicas, y no sería extraño, por ello, que gobiernos extranjeros y entidades humanitarias que le tendieron la mano a Colombia en esta delicadísima emergencia, se declararan arrepentidos de haberlo hecho.
Doctor Benedetti: después de la buena gestión cumplida por el Senado en la pasada legislatura, no permita que por actuaciones tan deplorables esa imagen favorable de la corporación que preside, quede sepultada por el lodo de la infamia. Por afrentas semejantes, la indignación del pueblo suele desbordarse y romper los diques de la cordura. Téngalo en cuenta.El Universal.
*Ex congresista, ex ministro, ex embajador.