Tan distintas que son nuestras víctimas
Los dos primeros vivían en Fontibón, localidad de estratos bajos en Bogotá; los otros dos eran estudiantes de la prestigiosa Universidad de los Andes, vivían en el norte bogotano, miembros de familias de estrato alto. De los dos primeros poco se ha informado acerca de sus vidas, incluso en las noticias revisadas, excepto una, ni siquiera aparecen sus nombres, sólo se habla de “dos jóvenes”. Nada de sus vidas, si estudiaban o no, qué hacían, cuáles eran sus familias, sus sueños. Atribuyen sus muertes, las autoridades y los medios, a “limpieza social” o a un “ajuste de cuentas”, además de que en algunas noticias se refieren a la segunda víctima como “alias El Primo”.
De los dos segundos se ha informado casi todo. Decenas de mensajes fúnebres han aparecido en los medios impresos (vale decir, muchísimos más invitando a las exequias de Mateo que a las de Margarita). Sobre sus muertes se han pronunciado del presidente Santos hacia abajo todas las autoridades nacionales y regionales. Portada en grandes medios contextualizando sus vidas y sus muertes y poniendo a Córdoba como el epicentro de nuestra violencia. Un columnista, Jose Manuel Acevedo, nos dice que por el asesinato de los universitarios se dio cuenta de que este es un país de mierda porque sus papás no le habían contado que Colombia es un país violento.
En un rápido vistazo al buscador Google, aparecen más de 500 resultados de noticias respecto de los dos universitarios acribillados, indefensos y vilmente, en Córdoba, en tanto que sobre los dos jóvenes acribillados, indefensos y vilmente, en Fontibón salen 15 resultados.
Centenares de hombres de la Policía, el Ejército, DAS y otros organismos han sido desplegados en Córdoba para buscar a los asesinos de Margarita y Mateo; el Presidente amplió a $500 millones la recompensa por la captura del sospechoso como autor intelectual o jefe del grupo que habría ordenado el doble homicidio, varios columnistas han hablado y escrito del asunto, Semana y El Tiempo les dedicaron portada. Acerca del caso de Fontibón “redoblaron las medidas de seguridad durante dos meses” y pondrán un CAI móvil. Nada de recompensas.
Ni más faltaba que uno se molestara por todo lo que se ha dicho y anunciado respecto del caso de Margarita y Mateo. Es lo que debería hacer el país, todo, cada vez que asesinen a un inocente. Pero no, qué pena, esto sólo pasa cuando nuestros muertos son de alguna categoría social, política o económica. Incluso pesa la región: no es lo mismo, para ese país central que es Bogotá, el brutal atentado contra la familia del alcalde de Puerto Asís (le volaron la casa y asesinaron a su nieto) que contra uno de la Sabana bogotana o de una capital. En promedio anual en Colombia son asesinadas más de 15.000 (QUINCE MIL) personas, es decir en promedio 41 asesinatos diarios, la inmensa mayoría de estratos 0, 1 y 2; muchos de ellos ni siquiera merecen una mención en algún periódico y otros tantos son verdaderos héroes (policías y soldados) que mueren defendiéndonos a diario. Apenas merecen reseñas en las noticias breves para rellenar la página judicial.
Para el 99,99% de los colombianos eran tan desconocidos Esteven y su amigo de Fontibón como Margarita y Mateo. Los cuatro eran de la misma categoría de inocentes e indefensos; los cuatro eran jóvenes, colombianos, con padres y madres y hermanos y amigos que los lloran. Sin embargo, para nuestros poderes incluyendo el poder de la prensa, eran MUY diferentes: los de Fontibón no estudiaban en los Andes o el Rosario o la Javeriana, no vivían en el norte de estrato alto (porque también hay norte de estrato muy bajo), no eran hijos de “prestantes” familias, y “vaya uno a saber en qué andaban metidos esos muchachos de Fontibón”.
Y no basta que la víctima mortal sea un universitario, y que sea un héroe, para que el Estado todo y los medios se movilicen: ayer en Armenia fue asesinado Mateo Pérez Giraldo, de 20 años de edad. Recibió dos lesiones mortales con arma blanca cuando defendió a uno de sus compañeros que estaba siendo asaltado. Mateo, también se llamaba Mateo, era estudiante de publicidad de la modesta Escuela de Administración y Mercadotecnia, EAM. La noticia sólo la ha publicado el periódico La Crónica del Quindío.