Santillana, un libro de medio siglo
El socio era Francisco Pérez González, Pancho, otro hombre con maleta: maletas y cajas. A principios de los años cincuenta, instalaba cada mañana de verano su puesto de novedades bibliográficas en el vestíbulo del palacio santanderino de La Magdalena, sede de la Universidad Internacional Ménendez Pelayo. Pérez González murió en octubre pasado, pero, un año antes, la UIMP alcanzó a cerrar el círculo nombrándolo doctor honoris causa. Él, por su parte, alcanzó a ver que, ese mismo año, la empresa que contribuyó a poner en marcha había vendido 117 millones de libros en todo el mundo.
Los dos hombres con maleta se conocieron -lo contó el segundo cuando falleció el primero- en una comida a la que siguió una conversación de siete horas: "Mientras paseábamos". Uno de los frutos de aquel paseo fue la fundación en diciembre de 1960 de Santillana, que en 2000 se integró en el Grupo PRISA, editor de EL PAÍS. La editorial celebró el martes medio siglo de vida en la Casa de América de Madrid durante un acto presidido por los príncipes de Asturias y en el que, presentados por Iñaki Gabilondo, participaron el escritor Javier Marías; José Manuel Blecua, director de la Real Academia Española; Paulo Renato de Souza, ex ministro de Educación de Brasil, y Emiliano Martínez, actual presidente del Grupo Santillana.
Martínez era un joven profesor de pedagogía experimental cuando empezó a redactar manuales de alfabetización de adultos para el sello que, con el tiempo, dio lugar al conglomerado editorial que ahora preside. Por entonces, 1965, la empresa tenía en nómina a menos de 30 personas, aproximadamente las que ahora trabajan en su sede de Bolivia. "Polanco decía que había que tener siempre la maleta hecha", recuerda Emiliano Martínez. Desde su despacho se ve, acaso por azar, la avenida de América. La vista y la memoria, sin embargo, van más allá, hasta los años sesenta y setenta.
Para el directivo de Santillana, la temprana vocación americana del grupo, como antes la influencia francesa, sirvió además para oxigenar el modo de publicar en España, sometida al franquismo y al monocultivo de la Enciclopedia Álvarez. Un día le preguntaron si quería conocer Buenos Aires y allá se fue. "Entonces se viajaba como mínimo dos semanas", cuenta. "El fax fue una revolución. No digamos la videoconferencia". En Argentina, un polo editorial de primer orden, descubrió que se podía editar de una manera más didáctica, "más abierta".
En América abría la oficina de Nueva York (1968) y continuaba una implantación internacional que hoy se extiende a 22 países. En España, mientras tanto, se preparaba la pista de aterrizaje de la EGB y el BUP (1970), el libro del profesor y las fichas del alumno. Otro aterrizaje, el de la Transición, no se hizo sin tensiones: "Recién muerto Franco, uno de nuestros libros fue objeto de debate en el Consejo de Ministros. Era una geografía de Cataluña".
Más de una generación de españoles había echado los dientes con sus libros de texto cuando Santillana, que ya tenía en el sello Altea una línea de literatura juvenil, se abrió a la edición general. A la compra de la mítica editorial Aguilar -fundada en 1923 y campeona de los clásicos y las obras completas- se sumó en 1976 la incorporación de Taurus, fundada una veintena de años atrás por el propio Francisco Pérez González.
Taurus se había convertido en una referencia entre los sellos de ensayo desde que su dirección editorial estuviera al mando de Jesús Aguirre. A este "clérigo volteriano" que, merced a su matrimonio con Cayetana Fitz-James Stuart, se convirtió en el decimoctavo duque de Alba, está dedicado Aguirre, el magnífico (Alfaguara), el nuevo libro de Manuel Vicent. En él se retrata con chispa el ambiente de una editorial por la que se paseaba un perro dálmata y que aprovechó el cristianismo progresista de algunos de sus autores -de Teilhard de Chardin a un tal Joseph Ratzinger, entonces renovador- para introducir en España a materialistas como Adorno y Benjamin.
"Cioran llegó a decirme que el catálogo de Taurus era mejor que el de Gallimard", recuerda Fernando Savater, que en 1970, con 23 años, publicó allí su primer libro. "Le propuse a Aguirre una antología de Cioran, precisamente", explica. "La rechazó e improvisé sobre la marcha con uno que no tenía escrito y que terminó siendo Nihilismo y acción. ¿Lo de Gallimard? No sé si mejor, sí más internacional. Aquí llegó la Escuela de Fráncfort antes que a Francia". Aguirre ofició la boda de Savater -"¿sería válida?", se pregunta con sorna- y libros suyos como La infancia recuperada y Mira por dónde, sus memorias, pasarían a compartir catálogo con Hannah Arendt, Nabokov, Todorov, Tony Judt, Emilio Lledó, Santos Juliá y Juan Pablo Fusi.
Otro de los hitos de las ediciones generales de Santillana llegaría con la compra en 1980 de Alfaguara. Fundada en 1964 por Jorge y Camilo José Cela, la editorial de nombre árabe -"la fuente que mana y corre"- tuvo a su particular aguirre en Jaime Salinas. El cosmopolita hijo de Pedro Salinas se rodeó de un consejo editorial del que, entre otros, formaban parte, Juan Benet, Juan García Hortelano, Luis Goytisolo y un veinteañero Javier Marías: "Delante de una paella nos dedicábamos a zascandilear y a poner de los nervios a Jaime, que hacía de profesor enfadado. Cuando decía 'al trabajo' empezábamos a debatir. Teníamos libertad absoluta: nunca pensamos si un libro se vendería o no".
De aquellas paellas salieron nombres como Thomas Bernhard o Robert Walser, a los que se sumó más tarde J. M. Coetzee. Veinte años antes de ganar el Premio Nobel, el escritor sudafricano desembarcó en España cuando se hizo cargo de la editorial el novelista José María Guelbenzu, que, simultáneamente, dirigía Taurus. "Coetzee es el nombre con el que me quedaría de mi etapa allí. La idea era elegir a un autor de un área lingüística y apostar por él publicando varios libros", dice Guelbenzu. "De Taurus, la Historia de la vida privada, de Georges Duby".
Como Benet y Marías, Guelbenzu es hoy un autor de Alfaguara, lo mismo que Juan Cruz. El periodista de EL PAÍS pasó a dirigir la editorial en 1992. En aquel año emblemático, y crítico-"hay quien dijo que iba a cerrarla"-, Cruz puso en marcha la llamada "Alfaguara global".
Como la propia Santillana, la editorial de ficción se convirtió no en un sello español con delegaciones en América, sino en un sello tan americano como español. "Consolidamos", explica Juan Cruz, "una imagen doble: global y local a la vez. Los argentinos saben que en Alfaguara tienen una editorial argentina. El mejor ejemplo de esa política es que la directora actual del sello en España es alguien que dirigió el sello en Colombia".
Esa directora es Pilar Reyes, que recuerda que, salvo García Márquez, todos los escritores del boom han publicado en Alfaguara: de Vargas Llosa a Carlos Fuentes pasando por Cortázar, Mutis o José Donoso. Lo mismo que autores posteriores como Fernando Vallejo, Sergio Ramírez o Laura Restrepo. A todos ellos, por el lado español, se suman nombres como Arturo Pérez-Reverte, Manuel Rivas, Rosa Montero, Luis Mateo Díez, José María Merino o Bernardo Atxaga.
"Cada país hace sus propios planes editoriales y tiene una presencia viva en su vida cultural", dice. "Es lo que hizo Santillana con los libros de texto". Para Reyes, el próximo paso es "conseguir una correlación entre lo que se publica en cada país y lo que circula por los demás". Aunque Alfaguara, Taurus, Aguilar o los libros de bolsillo de Punto de Lectura son transatlánticos, la literatura latinoamericana sigue mirándose en el espejo de España: "Sería bueno que la esfera del idioma tuviera nuevos centros".
Hay trabajo, pues, para los próximo 50 años. Para celebrar los 50 pasados, Santillana publica una edición especial diseñada por Manuel Estrada de El viaje del elefante, la novela de José Saramago. "Siempre acabamos llegando a donde nos esperan". Ese es, como recuerda Pilar del Río, su viuda y traductora, el epígrafe que el Nobel portugués puso al frente de esa novela: "Tal vez por eso él publicaba en Alfaguara, en Santillana".
Un buen balance
Emiliano Martínez – Presidente del Grupo Santillana: "Santillana lleva tres años seguidos de resultados récord".
El grupo editorial celebra medio siglo de existencia volcado en la revolución digital y con la vista puesta en Latinoamérica y Estados Unidos.
El Grupo Santillana celebró el martes 18 de enero, de forma oficial, su 50 aniversario con un acto en Madrid que presidieron los Príncipes de Asturias. Emiliano Martínez (Horcajo de Santiago, Cuenca, 1940), al frente de la editorial desde finales de los noventa, reflexiona sobre la trayectoria histórica del grupo (filial de PRISA, editor de CincoDías) y avanza sus retos para el futuro: consolidación en Latinoamérica, expansión en EE UU y salto a los formatos digitales.
¿Qué balance hace de los 50 años de historia de Santillana?
El balance es extraordinariamente positivo. Estos 50 años son la historia de un éxito. Éxito por la implantación. Porque si, cuando cumplíamos la primera década de vida, nos dicen que íbamos a estar operando en 21 países, en la mayor parte como líderes en educación y con un papel muy relevante en las restantes líneas de negocio, nos hubiera animado muchísimo. También hay otros aspectos de satisfacción más cualitativos: este desarrollo empresarial se complementa y refuerza con una acción editorial destinada a atender las raíces y la especificidad educativa y cultural de cada uno de estos países. Es decir, somos editores globales, en el ámbito del español y el portugués, y también nacionales en estos países. Con lo cual, nuestra aportación profesional y nuestra raíz se han enriquecido mucho.
¿Cuáles han sido los hitos principales para la evolución del grupo en este medio siglo?
El primero es la implantación como editores en otros mercados de la lengua española además de España. En la primera década de los sesenta ya estábamos actuando en los países del Cono Sur. El siguiente hito fue la consolidación de un modelo exitoso de edición para la educación en España y en Chile, lo que sucedió a principios de los setenta. Después, tres hitos más: la implantación del grupo en casi todos los países de lengua española; la incorporación de otras especialidades editoriales, como la edición literaria, los libros infantiles y juveniles o libros de consulta, y ya, a partir de 2001, completar la expansión en América con el primer mercado, Brasil, lo que nos ha dado un valor económico y estratégico.
¿Qué papel desempeñó en todo este proceso Jesús Polanco?
La visión de Polanco fue, claramente, de ocupar el mercado hispano. Él decía algo que es evidente: las empresas tienden a tomar la dimensión que les permiten sus mercados. Y hemos tenido la suerte histórica de disponer de una lengua común que permite compartir una buena parte de las propuestas editoriales en esa área. De ahí que, desde el inicio, existiera esa visión y que hubiera una labor permanente y esforzada por trabajar sus mercados e implantarse en ellos, lo que implica trabajar en realidades económicas distintas y ajustar la gestión a unos circuitos locales. Ese trabajo y esa visión se han traducido en unos frutos muy positivos.
Porque, ¿cómo está afrontando la crisis el grupo?
De manera muy positiva. Este será el tercer año que mejoramos nuestros resultados históricos, tres años seguidos con los mejores resultados de nuestra trayectoria. Y gracias a la aportación americana. Todas nuestras empresas latinoamericanas tienen beneficios y la mayor parte de ellas, una buena rentabilidad. Es la aportación de América Latina la que está permitiendo estos resultados.
¿Cuáles son los planes de futuro de la empresa a corto y medio plazo?
Queremos seguir aprovechando el momento positivo de América Latina como primer gran objetivo. Probablemente, con refuerzos en países que tienen un mayor potencial, como Brasil o Perú. También queremos tomar otra dimensión mayor en EE UU, porque pensamos que la educación y la lengua española son dos variables de crecimiento en los tiempos futuros. Y hay un tercer elemento, en un orden más transversal, en el que estamos haciendo desarrollos, inversiones y seguimiento, que es la perspectiva digital de nuestra actividad, sobre todo en educación.
¿Cómo es la relación con sus socios de DLJ South American Partners?
Son unos gestores expertos en la realidad de América Latina y hay una sintonía muy grande en el análisis de la situación y coincidencia a la hora de fijar líneas estratégicas para el futuro.
Hitos editoriales y una línea de permanencia
El presidente de Santillana no quiere ser muy explícito a la hora de citar de qué obras o autores publicados por el grupo en sus 50 años de vida se siente más orgulloso. Solo menciona algún caso a modo de ejemplo.
"En los distintos sellos editoriales del grupo ha habido hitos muy importantes y, sobre todo, una línea de notable permanencia", señala. Así, en la edición literaria a través de Alfaguara, el grupo "está muy identificado con un catálogo de gran calidad en el que han estado y están los escritores más destacados de nuestra lengua".
Dos ejemplos: el último Nobel de Literatura, Mario Vargas Llosa, o el también premiado José Saramago, fallecido en 2010. Precisamente, Santillana rendirá un homenaje al escritor portugués en el acto que celebra hoy con una edición conmemorativa de El viaje del elefante.
Por su parte, la editorial Taurus "se ha caracterizado por ser un escaparate de muy importantes libros de ensayo y pensamiento", recuerda Emiliano Martínez.
Obras singulares y aportaciones como, por ejemplo, la edición de las obras completas de Ortega y Gasset, un trabajo que ya se ha completado. O una colección que está naciendo, como es América Latina en la Historia Contemporánea, promovida por la Fundación Mapfre y de la que Taurus ya ha publicado los primeros títulos de un conjunto que alcanzará casi el centenar de libros.
"Y en las ediciones para la educación, nuestra satisfacción ha sido dar respuestas innovadoras y que ayuden a los profesores a hacer una educación de más calidad", añade.
Fututo. "El formato papel y el digital coexistirán"
La revolución digital marca un nuevo camino a la industria editorial. El Grupo Santillana está ya adaptándose a unos cambios que suponen un salto cualitativo para el sector.
¿Cómo están afrontando la nueva era digital y los nuevos formatos, como el libro electrónico?
Santillana ya ha venido incorporando las nuevas tecnologías en aspectos diversos de su actividad. El desarrollo que hemos podido dar en todos los países en los que estamos, la dinámica participativa y la obtención de notables sinergias, sencillamente, no se hubieran podido hacer sin estas nuevas tecnologías. Ahora es el propio producto el que emigra y va a ser tratado en otro soporte. Esto va a suceder y ofrece unas posibilidades para la difusión y para la optimización de la cadena del libro muy importantes. El tema será la velocidad de esa transformación. Creo que, probablemente, tras un proceso de maduración, que es en el que estamos, el cambio llegará y lo hará de manera rápida. Otro tema es que este cambio no será de plena sustitución de la edición convencional, en papel, sino que habrá un grado de coexistencia muy mantenido en el tiempo. Es decir, que habrá especialidades editoriales en las que el papel impreso seguirá siendo el vehículo y otras en las que el soporte digital será casi el único.
¿Cuál es la tendencia en este sentido?
En la actualidad, las obras de referencia y consulta y la edición profesional para distintos campos ya está emigrando al digital. El salto ahora es en la edición del trade, en la común del lector, que va a pasar también a lo digital, aunque la duda aquí es en qué proporciones. Y, por descontado, en la educación la parte más significativa es probable que pase a ser digital, pese a que la incorporación de las nuevas tecnologías a la enseñanza tiene la dificultad que supone incorporarlas en unos escenarios muy pautados por tradiciones y modos de trabajar. No obstante, se mantendrá un núcleo del aprendizaje que usará también el papel.