Raúl Castro y Otmar Issing
Mientras que Castro luchaba por exportar la revolución cubana, Issing trabajaba por la integración de Europa y es uno de los arquitectos del sistema monetario europeo. Castro está por cumplir 80 años e Issing tiene 75. No sé si se conocen, o si alguna vez hayan hablado, pero lo dudo.
A pesar de que no tienen nada en común, recientemente ambos sorprendieron al mundo con estridentes declaraciones acerca del inminente fracaso de los muy distintos proyectos a los cuales dedicaron sus vidas. La sorpresa no termina allí. Una aún mayor es que a pesar de las inmensas diferencias entre Cuba y Europa ambos recetan la misma medicina para evitar el colapso de su proyecto.
"O rectificamos o ya se acabó el tiempo de seguir bordeando el precipicio, nos hundimos", dijo el presidente Raúl Castro en un importante discurso a finales del año pasado. "Mi conclusión a comienzos del 2011 es sombría. Aún no hemos llegado a la hora de la verdad para el sistema monetario europeo. Solamente ha sido pospuesta", escribió Otmar Issing en esos mismos días. Según él, si los países europeos no hacen profundos cambios, el euro no sobrevivirá. Y a buen entendedor, pocas palabras: el fracaso del euro sería un devastador golpe para el proceso de integración europeo. El artículo de Issing tuvo un gran impacto debido a las credenciales de su autor, quien fuera miembro tanto del directorio del Banco Central de Alemania como del Banco Central Europeo, donde también fungió como su economista principal. Issing enfatiza que las transferencias financieras de los que llama "países disciplinados" a los que no lo son crean tensiones políticas que amenazan el futuro de la Unión Europea. Un modelo en el cual los países viven (y gastan) más allá de sus posibilidades es insostenible y está condenado al fracaso, reitera Issing.
A esa misma conclusión llegó el presidente cubano. Por tanto, en su reciente discurso anunció que a partir del 2011 "se irán introduciendo cambios estructurales y de conceptos en el modelo económico cubano". Y Castro tiene ideas muy claras acerca de lo que esto significa: cortar el gasto público, reducir los subsidios, flexibilizar el mercado laboral, disminuir el número de empleados públicos, aumentar la productividad, la producción y las exportaciones, disminuir restricciones a la actividad económica y promover las inversiones extranjeras. Issing no podría estar más de acuerdo. De hecho, esto mismo es lo que él recomienda para Europa.
Otro aspecto en el cual ambos coinciden es en que estas reformas son políticamente difíciles y que encontrarán mucha oposición. Anticipando las resistencias, Castro aclaró en su discurso cuál es su posición a quienes se opongan a los cambios: cualquier funcionario que "no esté convencido de nuestro programa de Gobierno, que renuncie", dijo Castro. También insistió en la imperante necesidad de "cambiar la mentalidad de los cubanos y de la dirigencia ante los nuevos escenarios económicos que vienen".
El presidente echó mano de ejemplos para ilustrar la necesidad de los cambios: "el pueblo vietnamita nos solicitó que le enseñáramos a sembrar café, y allá fuimos; se le enseñó, se le trasladó nuestra experiencia. Hoy Vietnam es el segundo exportador de café del mundo. Y un funcionario vietnamita le decía a su colega cubano: '¿Cómo es posible que ustedes que nos enseñaron a sembrar café, ahora nos estén comprando café?' No sé qué le habrá contestado el cubano. Seguro que le dijo: 'El bloqueo". Oír a Raúl Castro ironizando sobre el uso del bloqueo como excusa para justificar el fracaso económico cubano es, por decir lo menos, una ironía. Otra ironía es oírle decir que sus reformas no implican que haya dudas sobre la validez de la ideología del régimen: "Las medidas que estamos aplicando están dirigidas a preservar el socialismo, fortalecerlo y hacerlo verdaderamente irrevocable".
Recientemente, Fidel Castro escribió: "[En Cuba] nunca hemos escogido la ilegalidad, la mentira, la demagogia, el engaño al pueblo, la simulación, la hipocresía, el oportunismo, el soborno, la ausencia total de ética, los abusos de poder, incluso el crimen y las torturas repugnantes". Esta afirmación es tan creíble como la de Raúl cuando aclara que las reformas que está implementando no significan realmente ningún cambio ideológico en Cuba.
En todo caso, no sería malo que Raúl Castro converse con Otmar Issing. Después de todo, parece tener más ideas en común con él que con Fidel.