Otra joya antológica de Mario Jaramillo
Se trata de una divertida pieza perteneciente a la misma familia de la "Carta de un boticario a la novia", en la que el ingenioso artista caldense puso el refranero popular al servicio de una escéptica novia llamada "Lola Sin Fé", para darle una respuesta al tenorio de turno, apelado "Picaflor", con diplomacia, reflexión y sinceridad, dejándolo "colgado de la brocha" ante su propuesta de matrimonio poco convincente. Va, pues, “La respuesta a una carta en refranes”:
Mi querido Picaflor:
Aun cuando yo sé que usted ni raja ni presta el hacha, como también hombre corto no alcanza mujer bonita, contesto con gusto su carta que me cayó como pedrada en ojo tuerto y me dejó viendo un chispero, a pesar de que el que tiene rabo de paja no se arrima a la candela, y como más vale caer que quedar colgando y no hay mal que dure cien años ni cuerpo que lo resista, me permito manifestarle que como es el indio es el golpe y que no puedo ahora aceptarle su propuesta, aunque el que espera desespera y esperando se queda; no hay mal que por bien no venga; perro viejo late sentado y aun cuando su carta está bonita , ella deja mucho qué pensar y herradura que mucho suena, algún clavo le falta.
Me habla usted de su gran amor por mí y como amor viejo pena pero no muere y después de ojo sacado no vale Santa Lucía, demoremos un poco el matrimonio, pues yo le prometo a usted que el que ha de morir a oscuras, aunque ande vendiendo velas y no vaya a creer que al que queda atrás lo muerde el perro; más tarde logrará convencerme y entonces sí: arrastre que no está enredado.
Como el que se mete a redentor muere crucificado, me encantan su manera de proceder y su franqueza, pues entre más amistad más claridad; o hay confianza o no la hay y el peor pájaro se come la peor guayaba.
Nada importa la pobreza para el que se va a casar si es más constante que un coto, aunque al pobre y al feo todo se les va en deseo. Amor no se le echa a la olla, ni hambre es comida, pues sabiendo trabajar mi compadre es muerto y feliz del que muere hinchado porque muere sin arrugas.
En cuanto a papá, dirá que adelante con la cruz que el diablo se lleva el muerto; salga el alacrán de casa y pique donde picare, afuera que hace calor, pues, pues él bien sabe que no es el león como lo pintan y aunque mi hermanita se casó mal, un clavo saca otro clavo o ambos se quedan adentro y en este caso él no podrá decir que a otro con ese hueso; antes bien, pensará que del mal el menos.
Mamá también verá gustosa esto, porque el gusto es el que mantiene, o mejor dicho, el gusto mantiene el cuerpo y el sancocho la barriga. Ella debe comprender que algún día me casaré, que no me he de quedar para tía ni para vestir santos; que entre gustos no hay disputas, que a la que feo ama bonito le parece, y que no ha de ser con los de la familia porque pan con pan, comida de bobos y que matrimonio y mortaja del cielo baja. A pesar de que el tiempo es oro, es necesario dejar pasar un poco, pues más vale tarde que nunca y después sí, adentro los de corrosca.
Agáchese mientras pasa y dígame qué otras novias tiene, porque soldado avisado no muere en guerra, y como la capa no es para el primer aguacero, para no resultar celosa más tarde y que mujer celosa siempre es peligrosa, será bueno que me cuente, porque a todo se acostumbra el cuerpo y muy sabido es que el hombre que muere joven sin querer una morena, se va de este toldo al otro sin saber lo que es canela.
En fin, yo creo que seremos muy felices, pero como el que mucho habla, mucho yerra y el que mucho abarca poco aprieta, dejo terminada mi carta, confiada en que a vaca ladrona no se le olvida el portillo y el buen hijo vuelve a casa; el que queda atrás que arrié; más el que mucho se despide pocas ganas tiene de irse, supongo que usted se dejará ver de nuevo en mi casa para que no vayan a decir que ya no sopla. Recuerde que a la tierra que fueres haz lo que vieres, que el hijo de tigre sale pintado y que de tal padre tal hijo. Tuya hasta la tumba fría o hasta que San Juan agache el dedo.
Lola Sin Fé
La apostilla: El ingenio de Mario Jaramillo no tenía límites: Una noche, en el radioteatro de la Voz de Antioquia, improvisó el discurso más corto del mundo: “No tengo palabras”…