El río, por el país que soñamos
En una entrevista aérea con Patricia Lara –quien lo acompañó en su avión privado a la posesión de su homóloga DilmaRousseff en Brasilia- Santos, obviamente preocupado por los damnificados de las inundaciones en Colombia, le confió: “¿Sabe que, coincidencialmente, durante el gobierno de Roosevelt, también hubo una gran inundación en Mississippi? Este libro cuenta cómo él vio en ella una oportunidad para reconstruir el país… Creó el Tennessee ValleyAuthority y con eso hizo maravillas…”.
Sin duda nuestro Presidente halló de inmediato similitudes en la tragedia afrontada entonces por vastas poblaciones de los Estados Unidos y la que sufren hoy a lo largo de toda la cuenca del río Magdalena, numerosas comunidades de compatriotas.
Es tan grande la suma de dinero que habrá de invertirse en la recuperación de tantos municipios colombianos perjudicados por el invierno, que el Presidente Santos ve con optimismo la probabilidadde reconstruir la Colombia de los pobres en su totalidad. Nosotros creemos que esto podrá hacerse siempre y cuando podamos mantener lejos a los corruptos. Es que nos pasamos de tontos. Sabemos bien que no sólo brindando comida nireconstruyendo hogares, ni fomentando el empleo ni estimulando el desarrollo en los municipios del sur del Atlántico y en Bolívar, Córdoba, la Guajira, el Magdalena y Sucre, entre tantos departamentos afectados, será como podamosresolver los graves problemas de agua que vivimos y los que vienen.
La recuperación total del río Magdalena y sus principales afluentes, la reforestación de sus riberas, la descontaminación de sus aguas, la reutilización de sus rutas, el manejo y control permanente y preventivo de su curso y, sobre todo, la disciplina a conciencia de sus pobladores, deberán formar parte de cualquier plan de reconstrucción nacional, como el que por estos días nuestro Presidente sueña para Colombia. La recuperación del río Magdalena, desde el Páramo de las Papas hasta su desembocadura de aguas negras en Barranquilla, resultarásine qua non para la reconstrucción que añoramos. Sin esto, no podrá haber inversión sino gasto.
Y aquí la palabra clave es prevención. Así como hemos de adquirir el conocimiento y la tecnología para controlar y dominar la furia de las tempestades por venir, así hemos de anticipar, controlar y castigar los embates inescrupulosos de tantos corruptos. Los que están y los que vendrán. Ya aprendimos como nación a reconocer sus conductas ilícitas.
Unos más que otros podríamos adivinar dónde están metiendo ahora sus uñas estos depredadores voraces. Nuestras autoridades, las que han tomado en serio su compromiso ciudadano, saben al dedillo reconocer los hábitos, los lugares, los personajes alrededor de los cuales se delinque, minuto a minuto, en beneficio propio.
Las columnas, los editoriales de los periódicos están llenos por estos días de estos señalamientos e inapelables verdades. Ahí están ya, los politiqueros de siempre, ahí sí primeros que nadie, negociando recursos por votos, marraneándose su propia vida y el futuro de los demás. Que las fuerzas del orden vayan y los detengan, Señor Presidente, mientras usted y millones de compatriotas nos dedicamos a reconstruir a Colombia, con un azadón en una mano, digamos, y un manual de alfabetización ambiental en la otra. El Heraldo.