Candidatos andróginos
Los aquelarres de ciertos personajes se identifican en todas sus maneras, visten idéntico, comen igual y a veces comparten hasta la forma de comprar sus íntimas pijamas o escoger a sus amantes.
Se pueden ver con ternos similares, zapatos de gamuza comprados en cualquier San Victorino y van adquiriendo ese no se qué que les permite aparentar, según ellos, un cierto aire de pontificado para sentirse superiores ante cualquier pedestre.
Esas camarillas desconocen todo lo que no esté signado por su rúbrica. Para hacerse más ostensibles se reúnen en curiosas denominaciones que van desde “tertulias”, donde nadie sabe de qué carajos hablan, o divertimentos culinarios al que jamás asiste de invitado un chicharrón.
Por supuesto que hay camarillas de periodistas y opinadores regulares que los va juntando un odio visceral por la política normal y los arrejunta, de paso una soberbia de inmaculada concepción, pese a que han sido beneficiarios sempiternos de los erarios. Por allí circulan ex ministros fugaces, eméritos y pensionados y uno que otro autodenominado politólogo. Son indiscutiblemente los dueños de la paranoia contra quienes pertenecen a la clase política.
Sus recurrentes peroratas de que se deben conseguir ‘gerentes’ para la administración de la cosa pública y que convierten en espejismos los perfiles de sus supuestos candidatos, ha desarrollado un discurso ambiguo con odiosas exclusiones dónde, según sus encumbrados pareceres, sólo ángeles asexuados pueden ser los dueños del destino gubernamental.
Nada más peligroso que gerentes andróginos. La política se hace con políticos y quienes no tienen identidad con la estructura partidista son mamarrachos producto de la imaginación.
La catilinaria sobre que se deben buscar reencarnaciones del espíritu santo para que sean elegidos es un ampuloso discurso para la tribuna pero que nada tiene de contendido frente a las realidades y a la praxis. Lo que hay es que exigir honestidad y transparencia venga de donde viniese. Punto.
Echan mano de estos maniqueos artilugios para congraciarse con ellos mismos en un acto de pedantería solferina.
La camarilla antipolítica ha vivido de ella, su discurso es para las míseros mundanos, pues una vez elegidos los de siempre, los de carne y hueso- acompañados de los mismos, porque aquí sólo hay lo que natura da- al día siguiente están en la fila del besamanos pidiendo la cita con el doctor o la doctora para continuar como miembros activos de la misma cáfila de lagartos y obsecuentes manzanillos.
Nada los distingue. Harán parte de todas las juntas, serán invitados a los cócteles y a los actos protocolarios y una que otra propuesta “dejaré en su escritorio” para ver si de algo servimos para el contratito aquel. De paso, por supuesto – no puede faltar en la fauna parroquial – serán condecorados por los mismos a quienes despreciaban con sus retóricas y recibirán pletóricos cualquier chatarra que lucirán elatos en el pecho.
Son las ironías de nuestro tiempo. La única manera de no perder vigencia, como ellos llaman, es decir lo que no sienten y de hecho libran un combate con su conciencia en medio de la inmensa dosis de hipocresía.
Armenia, enero 31 de 2011