WikiLeaks
Sólo los diferenciaba un punto: unos creían que era una maniobra de distracción de la industria de la información manejada por “el imperialismo”; otros que era un invento peligroso en manos de los terroristas de la extrema izquierda.
Muchos creíamos que la libertad de investigación e información defendida por las democracias liberales estaba llegando a un punto en el cual se chocaría con la “razón de Estado”, es decir, con todo aquello que los gobiernos hacen de espaldas a sus ciudadanos: el espionaje a países amigos o los crímenes contra pueblos convertidos en “enemigos” en razón de intereses estratégicos.
La verdad cruda ha llegado como un estilo de investigación periodística extrema y gracias a una actividad reservada antes a los traviesos hackers, muchachos capaces de entrar a los sitios más secretos de de la web. Ahora sabemos que hay hackers buenos y hackers malos. Los segundos trabajan con propósitos criminales (pueden convertirse en la mano de obra cibernética de acciones terroristas) y también para su propio beneficio.
Los hackers buenos, como lo ha revelado la alucinante publicación de millones de páginas por parte de WikiLeaks, trabajan para la verdad. Y lo hacen yendo a la primera de las fuentes: los protagonistas de las noticias. Por ello, Estados Unidos y gobiernos aliados no han podido rechazar la veracidad de estas informaciones sino la manera como se obtuvieron, entrando a las cañerías secretas del sistema.
Assenge es ahora “criminal” más buscado de nuestra época. Y es muy posible que los delitos sexuales que le imputan en Suecia sean fabricados para desacreditarlo. Se le cierran las fronteras legales y, como no pueden desmentir el mensaje, pretenden matar al mensajero. Mientras tanto, Hollywood prepara una película de espionaje y contraespionaje antes de que silencien al villano.
Esta monstruosa información ha sido ética e informativamente respaldada por El País, de Madrid; Der Spiegel, de Alemania; Le Monde, de Francia, The New York Times, de Estados Unidos, y The Guardian, del Reino Unido. Y lo que están destapando es el plato informativo más comido de todos los tiempos: un gigantesco tamal de verdades.
Wikileaks sufre desde hace meses ataques continuos. Como se ha informado en todo el mundo, “la web responsable donde se filtraron sus documentos ha sufrido un boicot empresarial.” El portal, informó El País, “se ha visto obligado a pedir ayuda. Gracias al Partido Pirata Suizo, ahora ocupa una URL alternativa: www.wikileaks.ch.”
John Le Carré y Graham Greene no habrían imaginado esta novela de espionaje sobre la razón de Estado. Así las cosas, imaginemos el final: Assenge muere “en un accidente”, se “suicida” en un refugio de Los Alpes suizos o “es atracado y asesinado por delincuentes comunes” en un hotelito de Francia donde pernoctaba acompañado por una drogadicta menor de edad.” El Universal.
*Escritor