Perversidad y cinismo de un pusilánime.
La intimidad es inherente a la persona, como lo es el alma al cuerpo. Su valor es inconmensurable y su protección goza de blindaje jurídico, especialmente en los Estados de régimen democrático, y de blindaje social siendo extensiva a su núcleo familiar, debiendo ser acatada y respetada por todas las autoridades y los asociados. Su violación o trasgresión es sancionada y rechazada sin tener en cuenta ninguna consideración, salvo que se dé con el lleno de los requisitos legales, y en procura de proteger un bien jurídico tutelado.
La violación a la intimidad, en cualquiera de sus modalidades, ejercida de manera fraudulenta y arbitraria está proscrita en todo el planeta tierra, en donde no se coartan los mínimos derechos y libertades. La normatividad jurídica universal ha sido celosa en la preservación y protección de este derecho fundamental que tienen las personas, hasta el punto que el Estatuto de Roma – Corte Penal Internacional- elevó su trasgresión a “Delito de Lesa Humanidad” , por considerarlo y clasificarlo como “Tortura Sicológica”.
La tortura en sus diversas modalidades es el acto de causar un daño físico o sicológico, de manera intencional y con un componente pleno de dolo. Su objetivo puede tener diversas finalidades: en el caso referente puede tener una alta dosis de “venganza” o de “intimidación” al investigador, al opositor o al comunicador social para que con docilidad acceda a sus maquiavélicos deseos que, por lo regular, van enfocados a desviar investigaciones o lograr impunidad o acallar información, o sea, en pocas palabras lograr un vulgar chantaje, pisoteando la ética y la dignidad de la investidura.
La declaración de la Asamblea General de la ONU de 1975 hace referencia a esta modalidad de tortura cuando se trata de “intimidar” a la persona o a otros para lograr un objetivo recurriendo a la ruptura de su autoestima y el debilitamiento de su moral, infundiendo miedo y angustia a la persona que se necesite manipular.
La intromisión insólita, paradójica y vergonzosa por parte del Das a la intimidad de muchas personas, realizada de manera arbitraria, vulgar e innecesaria merece el repudio general de los colombianos de bien, asì haya uno que otro alienado mental que la justifique, no se puede cohonestar ni permitir que termine cobijada por la impunidad. Este episodio inicuo y bochornoso, muy propio de regímenes dictatoriales, atenta contra la espina dorsal del Estado Social de Derecho, lesionando en sumo grado la rama legislativa y judicial del Poder Público, descompensando los pesos y contrapesos y violándose derechos constitucionales individuales y colectivos.
Este proceso penal que adelanta la Fiscalía General de la Nación por las ‘chuzadas del Das’, contra unas personas ya identificadas y otras indeterminadas, encierra muchos arcanos protegidos sólo por el amedrentamiento y cuyo silencio obedece a diferentes temores, tales como el temor reverencial; amenazas por su vida; el pavor a señalar a un alto, y muy alto, ex funcionario, pensando que no le van a creer y a ser señalado de calumniador y delincuente.
La mentira camina hasta que la verdad la alcanza. En este proceso penal:”no están todos los que son, ni son todos los que están”, y eso lo sabe muy bien la Fiscalía General de la Nación. En el Derecho Penal no hay nada màs certero en la apreciación de la prueba testimonial, conforme a las reglas de la sana crítica, que la traición del subconsciente o una explicación no pedida que termina como confesión manifiesta.
No cabe la menor duda de que esta investigación es bastante compleja, pero nada difícil de dilucidar, sólo se requiere de honestidad, templanza y valor civil para cumplir a cabalidad las funciones que la Constitución y la ley le señala taxativamente a la Fiscalía General de la Nación y a la Justicia Penal ordinaria. Es un exabrupto considerar siquiera la màs mínima posibilidad de que las interceptaciones ilegales que se realizaron a magistrados, opositores y periodistas, hayan sido ejecutadas por miembros del Das a motu propio, de manera autónoma sin que mediara una orden superior dada a los Directores de ese organismo.
Hay ocasiones en las que se admira (entre comillas) la desfachatez de algunos delincuentes en reconocer sus delitos, pues se desprenden de su cobardía, asumen su responsabilidad y confiesan la verdad, y no se jactan de ser ‘frenteros’. ¡Ni màs faltaba!. La patada de un ejemplar equino es una brizna imperceptible que no merece mencionarse, frente a este borrascoso y abominable episodio que avergüenza al país, por cuenta de uno que se las da de ‘frentero y berraco’.
Victoria Cds, Diciembre 31 de 2010.