21 de marzo de 2025

Para que la economía no se inunde

26 de diciembre de 2010

A pesar de las imágenes aterradoras de las tierras y viviendas inundadas, todavía no pasó lo peor, aunque amainaran las lluvias. Ahora vienen los problemas de salud, las esperas interminables antes de volver a los sitios de vivienda y trabajo, la desintegración de las comunidades, la escasez de alimentos y medios de subsistencia y las demás secuelas, menos dramáticas pero más duraderas. Es importante que continúe la solidaridad de todos con los damnificados, aún después de que brille el sol.

El costo de los daños causados por la lluvia y las inundaciones puede llegar a los 10 billones de pesos, que es una suma equivalente a un 2% del PIB, pero este costo corresponde al de la infraestructura que hay que reconstruir y sería equivocado concluir que la tasa de crecimiento disminuirá en esta cuantía.

Por el contrario, hasta sería posible que las labores de reconstrucción pudieran aumentar un poco el crecimiento y reversar la tendencia a la desaceleración que reportó el DANE con la tasa de solo 3,6% en el último trimestre. Todo depende de cómo el Gobierno responda a la tragedia, en particular, de cómo financie el gasto público para la reconstrucción.

El invierno tiene y tendrá un impacto negativo sobre el crecimiento porque afecta tanto a la oferta como de la demanda. La oferta agregada disminuirá porque la inundación de 680.000 hectáreas agrícolas destruyó cosechas y afecta el hato ganadero; además, los daños en la red vial crean problemas de desabastecimiento.

Por el lado de la demanda hay dos choques negativos principales: la reducción del ingreso disponible de habitantes de las zonas inundadas, junto con la caída temporal o permanente en el empleo. Y la inevitable inflación de alimentos, que afectará la capacidad de compra de más de la mitad de la población, que dedica buena parte de sus ingresos a la comida. Ambos efectos reducirán las ventas de empresas y comercio.

El plan de reconstrucción del Gobierno mitigará los daños a la estructura productiva y a la oferta, pero este es un proceso de mediano plazo. En el corto plazo el impacto más directo del gasto público se dará sobre la demanda, y aquí es donde es esencial saber como se realizará. Si este gasto solo reemplaza o sustituye otras inversiones ya programadas, no tendrá impacto reactivador; solo si hay un gasto adicional al planeado, se puede acelerar el crecimiento.

Un ejemplo ilustra la diferencia. En el Plan de Desarrollo el Gobierno programó, antes de las lluvias, construir 1 millón de viviendas nuevas y la rehabilitación de 4.000 km. de carreteras. Si mantiene estas metas, incluyendo la reconstrucción de las vías y viviendas afectadas por el invierno, no habrá un gasto adicional que compense la caída de la demanda.

Solo si el Gobierno sube sus metas de inversión, financiándola con mayores impuestos o nuevos créditos, ojala de entidades multilaterales, se logrará compensar los efectos de la catástrofe invernal. No basta reasignar el presupuesto; hay que aumentarlo. Es posible hacerlo, y también urgente para que no se inunde la economía. El Universal.