3 de diciembre de 2024

Las lecciones del año que se va

26 de diciembre de 2010

Por el primero, casi nadie apostaba un centavo, pero ha resultado –y eso lo reconocen hasta sus más enconados detractores– un presidente de lujo, que maneja y ejerce el poder con una ponderación, un pragmatismo y una sobriedad propios de esa clase de líderes de antaño que ya no se ven en América Latina, en donde el caudillismo populista ha hecho estragos. 

De Uribe se decía que era irremplazable, que de su continuidad en el poder dependía en buena medida la estabilidad de este país, cercado por el terrorismo y vecinos peligrosos con inclinaciones comunistas. Santos, en un abrir y cerrar de ojos, resolvió la trifulca con el vecindario y asestó el golpe militar más contundente en la historia del conflicto armado, al dar de baja al inefable Mono Jojoy, considerado un estandarte de las Farc. Mientras que Santos es admirado y reconocido, Uribe es desplazado y olvidado. ¡Quién lo creyera!

El año que termina estuvo signado por terribles escándalos de corrupción. Uno de los más memorables sin duda es el del ‘carrusel’ de la contratación en Bogotá. Las finanzas públicas de la capital de la República se convirtieron –por cuenta de una banda de forajidos– en recursos disponibles para el mejor postor: El apetito de protervos seudo-contratistas encontró asidero y cobijo en los oscuros intereses de políticos que vendieron el bienestar de la ciudad y sus ciudadanos por mezquinos sobornos, que no les alcanzarán para pagar todo lo que se les viene encima. El ejemplo de Bogotá nos deja una enseñanza: debemos escoger dirigentes con experiencia, que estén bien rodeados y, sobre todo, que profesen un interés distinto del de llenar sus bolsillos.

La Justicia no se detiene: los órganos de control como nunca antes están ejerciendo su tarea constitucional y legal de perseguir el delito, sancionando disciplinariamente y encarcelando a tantos servidores públicos ladrones que hay por ahí, iniciando conjuntamente juicios fiscales para lograr que devuelvan todo o parte del botín, sin que haya amenazas que valgan para soslayar el cometido de hacer justicia. La Justicia está operando, y eso es absolutamente necesario si algún día queremos tener un Estado civilizado y moderno. Hay temas muy sensibles que están pendientes, como el caso de las ‘chuzadas’, las ‘piruetas’ de Uribito en el Ministerio de Agricultura y otros entuertos que, de seguro, serán resueltos prontamente.

La tragedia invernal que nos azota inclementemente demostró que en Colombia hay gente buena y solidaria: la sociedad en pleno se movió para ayudar a los damnificados, los empresarios se metieron la mano al dril y las personas del común colaboraron con lo que estuvo al alcance de sus posibilidades. También quedó claro que esta hecatombe se pudo haber evitado, pero que, una vez más, la corrupción y la politiquería hicieron de las suyas al apoderarse de las Corporaciones Autónomas Regionales, cuyos directivos –ocupados en otros menesteres non sanctos– no tuvieron la ineludible diligencia y el apropiado cuidado en la prevención de este horror en el que se convirtió el invierno.

El panorama no es claro, hay que reconocerlo, pero es una verdad irrefutable que las dificultades hacen más fuerte a una Nación: el dolor engendra, la pasión construye, y de ambas cosas hay mucho en esta tierra.

La ñapa: un feliz y próspero año para todos mis generosos lectores. El Heraldo.