Desdoblamiento de las consonantes che y elle; la Academia de la Lengua, decir
El 2 de abril de 2001 escribí para el Correo Abierto de LA PATRIA cuatro letras sobre el fenómeno que el diccionario de María Moliner llama “desdoblamiento de las consonantes” ‘ch’ y ‘ll’. Quiere decir esto que, de ahí en adelante, deben desaparecer del alfabeto y ser incluidas, la primera, en el léxico de la ‘ce’; la segunda, en el de la ‘ele’. La ‘erre’ no forma parte de este grupo porque, aunque la enunciábamos en el alfabeto (pe, cu, ere, erre, ese), ninguna palabra empieza por esa letra. En aquella época afirmé que esta innovación es irracional, ya que tales consonantes representan sonidos independientes y característicos de nuestro lenguaje. Añadí que este ‘desdoblamiento’ haría que la ‘C’ fuera la inicial de Chaparro y Castaño; y la ‘L’, de Lleras y López. Por estos días, los medios de comunicación están informando profusamente y con alharaca injustificada sobre la posible promulgación de un texto de la Academia de la Lengua con cambios en la ortografía que nos enseñaron. Pronostican, por ejemplo, que quedará prohibido llamar ‘i griega’ a la letra que en el abecedario llamamos ‘ye’ (equis, ye y zeta); que es obligación llamarla ‘ye’. Que las palabras ‘truhán’ y ‘guión’ ya no llevarán tilde. Que, de aquí en adelante, será un pecado de lesa ortografía ponerle tilde al adverbio ‘sólo’. Y que desaparecerán las consonantes ‘che’ y ‘elle’. El Tiempo le dedicas una página entera (XI-11-10) a un texto de Juan Gossaín sobre este asunto. Así escribió: “Enhorabuena los académicos han resuelto que, a partir de ahora, la elle no tiene vida propia ni como letra ni como carretera…. (…) La misma suerte le espera a la ch… (…) La ch muere por chabacana y por chapucera”. No creo que estas consonantes, que antes llamábamos dobles, vayan a desaparecer físicamente, porque ya no podríamos escribir ‘caballo, llama, llanura, cabello’, ni ‘chicharrón, chancho, chanchullo (sustantivo indispensable en Colombia), chuchumeco’, ni a Jesús le podríamos decir ‘Chucho’, ni ‘Juancho’ a Juan. Lo que esto quiere decir, simplemente, es que serán borradas del abecedario, a saber, que éste ya no constará de 29 letras sino sólo de 26. Y que en los diccionarios ya no tendrán capítulo aparte. Pero esto no es nuevo, como lo expuse al principio: En el diccionario de la Academia de la Lengua de 1984 todavía tienen su respectivo capítulo dichas consonantes, capítulos que desaparecen en el del 2001. No hay, pues, sorpresa, y sobra el aspaviento. **
Me parece también que las veintitantas Academias de la Lengua no deberían malgastar su tiempo, su energía y su dinero persiguiendo tildes inocuas y asaz expresivas (guión, truhán, sólo), nombres de letras (i griega) y la irregularidad de los verbos, sino que deberían aprovecharlo combatiendo con tozudez la perniciosa injerencia del inglés y las corruptelas de lenguaje que van apareciendo y que se van extendiendo con la velocidad de la luz, provocando el deterioro del lenguaje y la pérdida de su prístina belleza. Y que la Academia de la Lengua retome su papel de rectora del idioma, puesto que, de acuerdo con su última Gramática (2010), ya no es más que la ‘documentadora’ de cuanto solecismo se encuentra en los periódicos y libros de los países que tienen la fortuna de hablar castellano, que ahora llaman español. ¡Lástima que ya no estén con nosotros aquellos que sabían el porqué de lo que sabían y, con gusto, se lo enseñaban a quienes anhelaban saber lo que ellos tan bien sabían!**.
El señor Roberto Arango Bernal desea saber si los verbos ‘decir, contradecir, desdecir y predecir’ forman adjetivos (XI-11-10). Adjetivos propiamente dichos, no, señor. Tienen, como todos los verbos, lo que la gramática llama ‘participios pasivos o pasados’, que, como se deduce de su nombre, participan del carácter de los adjetivos, razón por la cual califican al sustantivo correspondiente, y son variables en género y número. En la Gramática Castellana de don Andrés Bello, ‘decir’ está clasificado como decimotercero de los verbos irregulares. Los verbos que provienen de él se conjugan siguiendo su modelo, menos en la segunda persona de singular del imperativo, que hacen ‘contradice, desdice y predice’. Como el participio pasado de ‘decir’ es ‘dicho’, el de los verbos mencionados es ‘contradicho, desdicho y predicho’. Los verbos ‘bendecir’ y ‘maldecir’ se conjugan también como ‘decir’, menos en el imperativo (bendice, maldice), en el futuro (bendeciré, maldeciré), en el potencial (bendeciría, maldeciría) y en el participio pasado, que lo forman regular (bendecido, maldecido) e irregularmente (bendito y maldito). Para la formación de los tiempos compuestos, sólo se puede echar mano de los participios regulares (fui bendecido, fuimos bendecidos; fue maldecida, fuimos maldecidas), de tal manera que los irregulares se emplean sólo como adjetivos (poeta maldito, poetas malditos; poetisa maldita, poetisas malditas). Y colorín colorado…