3 de diciembre de 2024

Otro hipermercado más y estamos perdidos

25 de noviembre de 2010
25 de noviembre de 2010

Desde hace muchos años la industria que se ubicó tanto en Dosquebradas como en Pereira fue buscando unos nuevos horizontes y poco a poco, ese vacío comenzó a llenarse con la llegada de hipermercados, que desde luego demandan fuerza de trabajo, pero en lo fundamental, de salario mínimo. Esto puede explicar, en parte, la razón por la cual la mano de obra calificada en las universidades de la ciudad, deben emigrar a otros sitios para buscar un empleo.
Por muchos años la ciudad se ha vendido como la ciudad de las “Oportunidades” o también con el de “Pereira lo tiene todo”. Y seguramente que se piensa que con ello puede atraer a inversionistas, pero lo evidente es que en el Área Metropolitana hay problemas en el suministro de energía y condiciones ventajosas para que esos capitales lleguen a crear fuentes de trabajo para mano de obra calificada. Entonces las “oportunidades” las vienen a buscar los desplazados del campo y del conflicto armado, encontrándose con unas condiciones bien difíciles para la consecución de empleo y se tienen que improvisar como vendedores de chicles en los semáforos o de cuanto juguete chino se puede exhibir en las calles de la ciudad.
El resultado no puede ser otro que el de salir a buscar a otra parte esa ciudad que lo “tenga todo” y entonces la migración se multiplica hacia Estados Unidos y Europa, de una manera asombrosa. Y  las remesas comienzan a crecer de una manera geométrica, a tal punto que la ciudad se mantiene viva con el trabajo, no de sus habitantes ni los del campo circundante, sino con los trabajadores de otras latitudes. Es, ni más ni menos, un crecimiento artificial toda vez que las remesas llegaron a sumar la no despreciable suma de un billón de pesos, es decir, casi tres veces el presupuesto de la ciudad de Pereira que es de cuatrocientos mil millones de pesos al año.
En estas condiciones, con la lluvia de divisas que llegaban a la ciudad, la demanda de productos no sólo del diario vivir, sino de casas y apartamentos, no se hizo esperar. Claro, cuando se trata de gastar lo que otro produce, no hay límite. Es en este contexto en el cual debemos entender la llegada de tantos centros comerciales que veían en las remesas una fuente inagotable de demanda para los productos que ofertaban y ofertan.
Desde luego que la crisis económica que ha tocado a los Estados Unidos y a Europa y en menor grado a los países mal llamados tercermundistas, ha puesto a pensar seriamente a estos inversionistas y muy seguramente cuando no sea rentable el negocio, levantan vuelo y se ubican donde haya más rentabilidad. Y lo hacen, de la misma manera que levanta el vuelo la ganancia que obtienen en la ciudad y la región, porque la inmensa mayoría son empresas extranjeras, de aquellas que no tienen identidad y raíces sino con la rentabilidad. Aquí bien podría decirse: “Hoy desde Pereira, mañana, desde cualquier lugar del mundo”.
Pero la pregunta importante que nos debemos hacer es si es sano que una ciudad como Pereira o cualquier otra, viva a expensas del trabajo de quienes se encuentran exiliados por su propia voluntad. Creo que no, y para ello tenemos que repensar la ciudad, lo que ha sido y lo que quiere ser, pero ello no es posible si no existe una política clara de estímulo para el campesino, que sigue llegando a borbotones a la ciudad, a aumentar la cifra ya escandalosa  de desempleo, que supera el 20%.