28 de marzo de 2024

Tierrita pa’la gente

29 de agosto de 2010

Ese modo singular, conocido como Cuarentano en el Cesar, Salvatoreano en Córdoba, Macaqueño en el Viejo Caldas, Castañedo en Antioquia y Cadenero en Sucre, se sumó a la desproporción que ya existía en la tenencia de la tierra, motivo y justificación de la ley 135 de 1961, sobre Reforma Agraria. Los traumas del sector se amontonaron con los desplazamientos, las caídas en la producción, el encarecimiento de los productos agropecuarios, el aumento en la pobreza y los nuevos y más frecuentes desastres naturales.
El Gobierno resolvió medírsele al desmonte de esa multitud de despojos, asumiendo el riesgo de una contraofensiva de estos adquirentes especiales que ya comenzaron a hostigar y a reagruparse en varios departamentos, difundiendo volantes y panfletos amenazantes, y dando a conocer listas de objetivos militares como para protagonizar varias “noches de cuchillos largos”. El llamado a restituir tierras y extinguir narcobienes lo tomaron, sin duda, como un grito de guerra.
Pero está abierto el debate de opinión que desnudará la magnitud del drama que vivían los agricultores mientras los gobiernos celebraban las cifras de crecimiento en la producción industrial y la especulación financiera, desentendidos de la ruina y la desesperanza de los usurpados. Mucho Plan Patriota y mucha Operación Jaque, pero indiferencia total ante las condiciones objetivas que fomentaron, en los inicios de la lucha revolucionaria, la oposición armada. A pesar del odio que suscitan, las Farc tienen todavía cómo embaucar aparceros y arrendatarios para que les colaboren en las áreas con economía de subsistencia.
Las decisiones históricas son inseparables de la oportunidad en que se toman. Si el país se chupa esta vez, habrían caído en suelo estéril los golpes a las Farc, el proceso de paz con los paramilitares, la extradición de sus comandantes y el estribillo cansón sobre la seguridad democrática. Sin recomponer la estructura agraria no produciremos más, ni competiremos mejor, ni estabilizaremos los precios, ni desprenderemos a los indígenas y a los cosecheros de los cultivos ilícitos.
Los proyectos sobre regalías y tierras son la primera prueba de fuego para la Unidad Nacional. Comenzaron a surcar un mar con alborotos y arrecifes. ¿Cuánto apoyo tiene el Gobierno de los partidos, Fedegán, la SAC, los sindicatos, las universidades y los grupos económicos para no fracasar en su empeño? ¿Qué tan comprometida está, o qué tan atemorizada, la mayoría del Congreso con los interesados en que las cosas no cambien?
Los dos Juanes –Juan Camilo Restrepo y Juan Manuel Ospina– no aceptaron el Ministerio e Incoder con notable cordura. Pero aceptados: Tierrita pa’la gente, maestros.El Universal.

*Columnista y profesor universitario