Shakira y el casco
Admiramos en cambio los registros de su voz, cambiantes como la imagen que acabó llevándola a la gloria del gran espectáculo, que dura quince minutos, pero que parecería haber durado una vida.
La popularidad y el cariño que provoca la estrella, no han sido obstáculo para que las autoridades catalanas consideren la posibilidad de clavarle una multa por circular sin casco en uno de sus videos, grabado en el sector de La Barceloneta, según han informado las agencias. Por "no dar ejemplo", precisaron.
No se trata de un capricho ni de una medida xenofóbica. Se trataría de un castigo ejemplarizante, debido, precisamente, a la importancia pública del personaje y al aura de simpatía que proyecta. Shakira no sería multada sólo por circular sin casco. Sería multada por ser Shakira y no usar casco cuando cabalgaba por el barrio costero de Barcelona en una “Harley”.
Los colombianos, en especial los caribeños, que con razones aman tanto a Shakira, se estarán preguntando dos cosas. Una: ¿por qué no le perdonan la multa, si es una mujer tan bondadosa? Y dos: ¿por qué tanto alboroto si es sólo un video?
Por ser una mujer bondadosa que ayuda a tantos pobres desde su fundación Pies Descalzos, su conducta es susceptible de ser imitada por sus admiradores. Y esta respuesta contiene parte de la respuesta a la segunda pregunta: el video de Shakira será visto por millones de personas (admiradores y detractores) y este hecho multiplica por millones la influencia que ejerce en el inconsciente de los espectadores.
Alguien dirá que qué importa una multa (de cincuenta o cien euros, por decir algo) para una mujer que gana millones y millones. Otros pensarán que, al aplicar sanción a una persona tan popular, el Ayuntamiento se estaría jugando puntos de simpatía y que lo mejor sería perdonarla.
La noticia es insólita en Colombia. Por eso mereció primera página en la edición digital de este periódico. ¿Qué tiene de insólito? Que, entre nosotros, la popularidad sería un atenuante de la falta. Por ser usted se la perdono, le diría el funcionario. En la misma lógica, ni siquiera pensamos en la posibilidad de una sanción cuando las normas son violadas por “la autoridad”, civil, militar o eclesiástica, porque esta última también viola normas.
En el primer caso, la impunidad es un testimonio de admiración. En el segundo, más grave, es testimonio de dos cosas: de abuso y miedo a la autoridad. Abusa el que se cree en el derecho de violar la norma, omite la sanción quien supone, por miedo, que sancionar a alguien revestido de autoridad puede acarrear consecuencias lamentables.
En un país serio, con ciudadanos responsables y autoridades serias, la noticia no sería insólita. Por eso puede parecer excesivo y hasta ridículo que se sancione a Shakira por andar montada en un lujurioso caballo de alto cilindraje, desafiando la brisa veraniega que sopla desde el Mediterráneo. El Universal.
*Escritor