Quindío cacheteó al campeón
Con dos goles de Carlos Rodas, un pequeñín de gambeta añeja, pero efectiva, y las atajadas de Alejandro Otero, joven guardameta que se las trae, el cuadro de Armenia dio el ‘palo’ de la jornada y se impuso 2-0 al flamante campeón.
Los Cuyabros, más allá de las destacadas actuaciones individuales de Rodas y Otero, se alzaron con la victoria a través de la enjundia, orden, sacrificio y trabajo en equipo que derrocharon durante todo el partido.
“No tenemos estrellas rutilantes, pero somos once obreros que no damos un balón por perdido”, describió Rodas a la perfección. Con esfuerzo y correr, correr y correr, compensan las enormes falencias técnicas que tienen sus jugadores.
No son los más excelsos del mundo, pero quieren ser los que más luchan.
En Junior hubo voluntad, no se puede negar, pero no hay coordinación en los movimientos, precisión en los pases, cohesión en las líneas y, ante todo, continuidad. Junior juega por ratos. La chispa se enciende en una jugada y luego se apaga. Demasiada intermitencia.
Sí, la cancha del Romelio es pequeña y favorece a los rivales, pero los problemas van más allá. Junior acaba de jugar dos partidos en el estadio del Cali, que tiene, junto a la de Envigado, la cancha más amplia del fútbol colombiano. Empató un partido 2-2 y perdió otro 3-2.
La realidad es que varios jugadores andan en un bajón y nada que reaccionan.
Los dos laterales, preponderantes en el equipo del semestre anterior, no se proyectan con la misma constancia y determinación. La defensa, que permitía pocos goles a pesar de las fallas de Adrián Berbia y Didier Muñoz, ahora muestra grietas. Julián Barahona, incluido para mejorar la elaboración, careció de tino, Jossymar Gómez, que ingresó para superar la labor de Barahona, tampoco pudo, Giovanni Hernández se encuentra muy distante de su más fina y productiva versión. Ruiz y Cortés no logran redondear sus jugadas.
Carlos Bacca, que ayer no anotó por las manos salvadoras de Otero, fue el más atrevido en el ataque. Encaró, disparó al arco y se esmeró por perforar la resistencia cafetera.
Pero una golondrina no hace verano y Umaña no quemó todos sus cartuchos. Vladimir Hernández y Alfredo Padilla calentaron, pero no entraron.
Mientras Junior contaba con un espadachín que se batía sólo contra el universo, los once hombres del Quindío trabajaban como hormiguitas. Total sentido de solidaridad y espíritu colectivo entre los dirigidos por Fernando Pecoso Castro.
¿Dónde está el campeón? La pregunta se la hacen todos. Ese espíritu triunfador de los campeones permanece ahí. Todo es cuestión de despertarlo y agarrar vuelo de nuevo. Ya es hora.