Los inmaduros
Durante los últimos años, venezolanos y colombianos hemos visto con asombro y vergüenza el desarrollo de una pésima relación personal entre Álvaro Uribe y Hugo Chávez que, sin miramiento alguno por sus representados, se llamaron de todo, desde “cobarde” hasta “mafioso”.
Lo digo con respeto: ambos, Chávez y Uribe, fueron responsables de inmadurez al amenazar con llevar dos países hermanos a la guerra, solo porque el otro lo insultaba. En eso no tuvieron sentido de las proporciones ni de la dignidad de su cargo. Chávez y Uribe confundieron a los países con ellos mismos. Delirios de grandeza, quizás. La crudeza con la que uno denunciaba una afrenta internacional y la facilidad con la que el otro rompía relaciones mantuvieron en ascuas a nuestros dos pueblos bolivarianos.
Uribe se fue. Chávez continúa. Él y Juan Manuel han decidido pasar la página del episodio Chávez-Uribe que costó tanto a ambos países y que, por supuesto, apenas rozó a Santos como ministro de Defensa.
¡Enhorabuena! Colombia y Venezuela desean vivir en paz. Quienes habitamos la llamada Costa Norte colombiana nos sentimos hermanos de los venezolanos porque pertenecemos a una misma geografía cultural. Somos caribes, compartimos una manera de expresarnos, el mismo amor por el mar, la música, la vida exterior, entre tantas cosas. Nada se parece tanto a un barranquillero, por ejemplo, que un maracucho. Nadie se perjudicó más que los pueblos de frontera y los caribes de ambos países a raíz de esas peloteras presidenciales. Y nada más inconcebible que enfrentarnos por motivos así a una sangrienta guerra de espejos.
Ojalá que el presidente Chávez aprenda a morderse la lengua cuando se trate de hacer cargos contra nuestro gobierno. Que no estalle, se domine y mida lo que va a decir para que no convierta un simple comentario crítico en otra amenaza de guerra. Que use las vías diplomáticas antes de quemar las naves. Ya Juan Manuel conoce el temperamento de su homólogo y sabrá también, con buena sicología, leerlo entre líneas. Que no acepte su juego. Chávez es un fosforito: se enciende en un instante con gran flama y luego vuelve a ser el tipo simpático de siempre.
(A propósito: tremenda chaqueta tricolor trajo a Santa Marta. Tenía una camiseta debajo y mantuvo siempre la chaqueta cerrada. Quedó claro que venía en representación de Venezuela. Algunos porfiaron que se trataba de un chaleco antibalas. Me sorprende que a Chávez no lo haya inmutado el sofocante calor en la Quinta de San Pedro. Le resbalaba en sudor por toda la frente. A lo mejor está a dieta y ha convertido su chaqueta en un pequeño sauna).
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Como dice Beatriz Vélez, de Intergremial, nos hace falta planeación. Y diseño. No se engañen: los esfuerzos que hacen nuestras autoridades son enormes. Están ahí, en los problemas de cada día. Ojalá podamos pronto diseñar un plan, así sea a cincuenta años, de alcantarillado para Barranquilla. Un plan que sirva también para meter bajo tierra los cables de luz, teléfono y demás que demanda una ciudad como la que soñamos.El Heraldo.