La Octava Brigada del Ejército y el Eje Cafetero
Desde 1947, los partidos conservador y liberal rompieron los modelos de convivencia democrática y con ellos la paz nacional vigente desde el gobierno conciliador del general Rafael Reyes en 1904, pero aquella fecha trágica fue la eclosión de la enemistad histórica de los dos partidos.
La violencia desatada en los campos, determinó la necesidad de trasladar el total de los batallones San Mateo y Cisneros a las mencionadas ciudades. Lo transitorio, como tantas otras cosas de la vida nacional, se convirtió en permanente y los batallones entraron a formar parte de la existencia de las dos ciudades.
La violencia sectaria se tornó insostenible. La pausa militar del General Gustavo Rojas Pinilla tampoco pudo ponerle fin, lo que vino a producirse parcialmente con el Frente Nacional, que le restó al fenómeno el ingrediente sectario.
Sin embargo, la violencia rural prosiguió como secuela de las guerrillas políticas, que al no amnistiarse degeneraron en bandas feroces, disfrazadas bajo los rótulos bipartidistas. A su sombra surgieron guerrillas comunistas que entraron a formar parte del conflicto Este-Oeste de la posguerra mundial. Los métodos persuasivos de las acciones psicológicas y cívico-militares, apoyados en los procedimientos de la guerra irregular practicada en Corea, consiguieron eliminar el bandolerismo del estirpe sectario, más no así las agrupaciones ideológicas, que aprovecharon el desquiciamiento de la sociedad rural para expandirse.
En el Eje Cafetero, la penetración aprovechó las migraciones de recolectores de café que luego se organizaban en guerrillas revolucionarias, donde bandoleros de la talla criminal de Teófilo Rojas, alias Chispas y Efraín González, habían bañado en sangre y horror las comarcas del sur caldense. A mediados de 1962 se efectuó una reestructuración del dispositivo del ejército, que en el Viejo Caldas introdujo indudable acierto la creación de la Octava Brigada con sede en Armenia y segregación de los batallones de Infantería, Ayacucho en Manizales, San Mateo y Cisneros, en sus sedes actuales, que pertenecían a la Cuarta Brigada de Medellín. Además, en la misma disposición No. 018 del Comando del Ejército, de fecha Septiembre 1 de 1962, aprobada por el Comando General de las Fuerzas Militares, se fijó la jurisdicción de la nueva Unidad Operativa que abarcó el antiguo departamento de Caldas con un total de 52 municipios del Eje Cafetero y uno en el sur del Chocó.
La aparición del narcotráfico en gran escala cambió el balance del poder en Colombia. Mientras el ejército conservaba superioridad estratégica global, la guerrilla se podía concentrar en un objetivo determinado con superioridad incontrastable, con armamento, en muchos casos superior, obtenido por las colosales ganancias de droga. Contribuyó a los éxitos tácticos de la subversión el tratamiento equivocado del problema, al igual que los ilusos procesos de paz que la guerrilla utilizaba como trampolín para saltar adelante en su avance hacia el poder. El eje cafetero no fue la excepción.
Para el año 2002, siete cuadrillas fuera de la ley infestaban la jurisdicción de la Octava Brigada, con un total de 1200 combatientes, sin contar milicianos urbanos.
La Política de Seguridad Democrática del Presidente Uribe, sumada a una profunda reforma militar iniciada en las postrimerias del siglo xx y de una estrategia basada en operaciones conjuntas de las Fuerzas Militares, la elevación del pie de fuerza, las adquisiciones de moderno material de guerra, la tecnificación de la Inteligencia Militar, la participacion activa de la población civil, cambiaron aceleradamente el panorama de la lucha armada, con el financiamiento del Plan Colombia y del impuesto al patrimonio, que la ciudadanía cubrió con renacido entusiasmo.
La Octava Brigada en su jurisdicción adelantó operaciones de contrainsurgencia muy bien planeadas y brillantemente conducidas, que significaron las virtual extinción bélica de las FARC y el ELN en el Eje Cafetero, comandada actualmente bajo el excelente mando del Coronel Edgar Emilio Ávila Doria, secundado por sus comandantes de unidades tácticas, culmina la obra de sus antecesores inmediatos. Cuatro de las siete cuadrillas han sido desarticuladas y las tres sobrevivientes en lamentables condiciones, que apenas totalizan una treintena de combatientes.
No quiere decir lo anterior que la amenaza no persista, desde los límites con los departamentos de Antioquia, Chocó, Tolima y Valle, se ciernen peligros sobre el Eje Cafetero, zona que aún es de interés estratégico y logístico para el terrorismo, lo que nos obliga a continuar con esta lucha sin debilitar el pie de fuerza y el dispositivo actual, estrategia que sumada a la acción integral, permitirá la total consolidacion de la seguridad democratica en la región.
Sin estas realizaciones que enaltecen el historial de la Octava Brigada, el desarrolllo económico y el turismo creciente que circula por sus vías y por los polos de atracción del Eje Cafetero, no sería posible. Los integrantes de la Octava Brigada y de sus unidades orgánicas pueden estar satisfechos de la labor realizada, y del prestigio ciudadano que la rodea con fé y confianza.