La Chocoanización de Caldas
Tomamos el río Tamaná arriba desde un sitio llamado Santa Rosa, en una chalupa que muy pronto nos llevó al sitio en donde actualmente se encuentra el nuevo poblado de Nóvita.
Los paisajes que se pueden observar en el recorrido que se realiza por el río son espectaculares y uno llega a pensar que si en algún sitio existió el paraíso, bien pudo haber estado ubicado en esta región de cascadas y planicies de todas las tonalidades de verde. Pero al lado de estos paisajes llenos de verdor hay otros que bien se pueden equiparar con los desiertos de la Guajira debido a la destrucción de la capa vegetal realizada por las compañías mineras.
Las riquezas extraídas del Chocó representadas en madera, platino y oro, son incalculables y todas esas riquezas fueron a parar al exterior y sólo han quedado en el antiguo Nóvita y en Andagoya, los cementerios de lo que fueron las ciudadelas que construyeron las compañías mineras.
Creo que la misma pregunta la podríamos hacer en torno a lo que representó la presencia de compañías extranjeras en Supía, en Marmato y en Riosucio. Porque desde el mismo momento en que entraron los hispanos a este territorio, se inició la explotación inmisericorde de sus riquezas mineras y también es bueno preguntarse en dónde se encuentran los descendientes de quienes en su momento usufructuaron la bonanza minera: invariablemente emigraron cuando de la riqueza minera sólo quedaron los socavones. Basta mirar qué queda de Salamina, otrora casa de huéspedes de prósperos comerciantes que surtían las zonas mineras: un verdadero museo arquitectónico, al igual que en Andagoya.
Pero como en la historia hay ciclos, hoy asistimos al derrumbe de lo que fuera un próspero siglo cafetero que permitió convertir esta región en un emporio de riqueza derivado de la actividad cafetera. Esa actividad ya no tan próspera está liderada actualmente por tres departamentos ubicados al sur del país, mientras que en el Occidente de Caldas se comienza a hablar de una reactivación de la explotación minera y se plantea el traslado de Marmato, mientras que por los lados del Chocó y del Tolima se habla en el mismo lenguaje: inversión minera que de inmediato nos trae a la mente lo que ocurrió en Riosucio desde mediados del silgo XIX: una hostilidad enorme hacia los resguardos indígenas con el fin de permitir la llegada de compañías extranjeras y nacionales que sacan el oro y dejan los socavones para miseria de sus pobladores.
¿Tendrá que ver algo el Decreto expedido durante la administración del doctor Uribe conminando a los resguardos indígenas para que demuestren la validez de sus títulos sobre la tierra?¿ No fue lo mismo que sucedió en 1874 cuando el gobierno del Cauca ordenó que todos los resguardos indígenas de su departamento fueron repartidos y producto de ellos perdieron, como en el caso de Supía, más de dos terceras partes de su territorio?
Aquí sí bien vale la pena decir: “Quien no conoce la historia está condenado a repetirla”.