Injusticia social y reforma de la justicia
Santos no dijo esto en la sección de su discurso dirigido a los pobres y a los excluidos, sino cuando se pronunció en contra de la corrupción, de la mafia y a favor de una reforma de la justicia, como si se le hubiera ocurrido al vuelo.
Pero si se analiza esto en el contexto de que solamente se va a lograr una sociedad vigorosa y próspera si ningún colombiano se levanta en la mañana con la incertidumbre de su sustento diario, es novedosa y audaz la idea de que reformar la justicia también implica cambiar las condiciones que determinan la injusticia social. En Colombia, los políticos del establecimiento siempre habían tenido mucho cuidado en separar a la justicia de la injusticia social. La referencia a Amartya Sen es interesante ya que él sostiene que la justicia (social) es algo que se debe considerar en el contexto de lo políticamente posible, y no solamente como un pensamiento o un ideal abstracto.
Si ese es el contexto en el que Santos va a enfrentar la injusticia social es porque se propone hacer algo práctico que puede ser un paso fundamental si la acción se enfoca a remediar evidentes manifestaciones de injusticia social, como la enorme desigualdad que existe entre el campo y la ciudad en provisión de servicios, en oportunidades, en satisfacción de necesidades básicas, en seguridad y en la capacidad de desarrollar el potencial individual; o las diferencias también muy evidentes que existen en acceso a la educación, a la nutrición y a otras oportunidades de desarrollo personal de los niños colombianos, se pueden formular políticas pragmáticas para eliminar las diferencias, que cuenten con un amplio respaldo político y popular. Como Santos se ha comprometido a no defraudar a los pobres, esa debe ser la naturaleza de la respuesta del Gobierno a la injusticia social.
Pero también hace falta que el resto de la sociedad se dé cuenta de que intervenir contra la injusticia social no se limita a lo que puede solucionar el Gobierno sino que abarca lo que debe hacer el sector privado, como lo ha solicitado el Presidente en la reunión de la Andi, y toda la sociedad. Esto último lleva la discusión al terreno de la ética social en el que filósofos como Peter Singer, profesor estrella de la Universidad de Princeton, nos informan que con lo que cuesta una comida de 400.000 pesos en un buen restaurante se puede lograr que un niño pobre enfermizo de 2 años llegue a los 6 años en perfecto estado de salud. Si donamos esa plata a instituciones especializadas en nutrición y salud infantil podemos salvarle la vida a un niño, pero si nos la gastamos en la cena podemos estar condenándolo a morir.
Este planteamiento convierte el tema de la injusticia social en algo que no solamente es de incumbencia de los gobiernos o de Carlos Slim y Bill Gates, sino de usted y yo, pues lo que sostienen los filósofos es que deberíamos desprendernos, vía impuestos y/o donaciones voluntarias, de todo lo que exceda lo que se necesita efectivamente para satisfacer las necesidades esenciales de nuestras familias.