Ganarle al miedo en Venezuela
Arrancó la campaña electoral (la formal, porque el Gobierno había iniciado la suya hace ya varios meses) y ante el país se abre la disyuntiva de frenar los obscenos impulsos autoritarios de Hugo Chávez, o de vivir bajo el imperio de un gobierno desordenado e inepto que, de paso, premia a los funcionarios corruptos de ocasión, mudándolos a otros ministerios o concediéndoles la dicha de una embajada, lejos del mundanal ruido de la Venezuela que se precipita al vacío.
Ya sabemos que el signo de esta contienda desigual y cómplice del CNE será el uso del miedo como ingrediente emocional que, desde las huestes hitlerianas hasta los desvergonzados sandinistas actuales, se ha paseado por la historia de la política moderna para imponer con violencia el peso de sus "ideas" sin necesidad de argumentar.
Se sabe que no hay excusa para que en casi 12 años de gobierno absoluto (no olvidar que durante ese lapso todas las instituciones públicas han actuado según el dictamen de Miraflores), el país arrastre un enorme déficit económico y social, y que los vagones del Metro, por poner un ejemplo cercano y notorio, son el reflejo real de cuanto se ha denunciado en materia de servicio público, desempleo e inseguridad.
De modo que el atropello y el terror serán el tono de la campaña electoral oficialista, y no van a perder el tiempo vendiendo las virtudes de un candidato que en cinco años de diputado jamás pisó Antímano y ahora se presenta a pedir los votos porque busca repetir en la Asamblea Nacional.
Desde luego que, para esta estrategia del miedo no estarán solos. Contarán con policías y militares tristemente empujados a cumplir un rol vergonzoso, en algunos casos teñidos por el dinero.
Pero ni eso será suficiente para contener la firme actitud ciudadana manifestada en un acto cívico, pacífico y de plena conciencia de que el Parlamento no puede seguir siendo la casa de segundones, como el de la semana pasada que estuvo debatiendo acerca de la redacción de un mensaje de salutación a Fidel Castro en su cumpleaños, antes que encarar el más atroz de los crímenes de corrupción que se ha cometido en Venezuela: el caso Pdval.
Sin los recursos de los que dispone el Estado y sin esa mochila de promesas irreales que suelen favorecer a los demagogos y populistas en que se convirtieron los que hace 12 años juraron sanear el país, por ahí veremos pasar a los otros candidatos, a quienes representan la Unidad no sólo de los partidos políticos, sino de los gremios profesionales y sindicatos de trabajadores, obligados a tomar las calles cuando les faltan a sus obligaciones contractuales.
Y en el centro de sus mensajes de esperanza, es posible que alguien trate de infundir el terror. Pero no hay que temer. Para quien tiene miedo, decía un personaje de Sófocles, todos los ruidos se semejan al miedo.
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