3 de octubre de 2024

Democracia de muertos y ausentes

3 de agosto de 2010

De hace años se ha dicho por expertos y no expertos que el Código Electoral que nos rige acusa desuetud, porque los hechos y las mañas han rebasado sus previsiones, código redactado al parecer  por manos expertas en dejar resquicios por dónde colar después toda suerte de vagabunderías, dando pié a sacar de las greñas a náufragos electorales que, por arte de birlibirloque, luego aparecen ungidos como conspicuos y “honorables” miembros del Congreso.

Sabiendo lo que es aquella Caja de Pándora en la que se han convertido las elecciones en Colombia, no se explica uno como no se ha acometido la reforma a fondo del régimen electoral. Pero cándido el que no se lo explique, porque sí se explica en el sencillo dicho aquel que reza que “en río revuelto ganancia de pescadores”.

Y pescadores serán muchos: los políticos que controlan las Registradurías, los traficantes vitandos de influencias, las chequeras de los aspirantes en apuros, los escrutadores, los abogados de alto y bajo coturno y, desde el luego, los mismos magistrados del Consejo Nacional Electoral que aprovechan el desorden para promover sus reelecciones, como si para ellos no existieran ni las inhabilidades, ni las incompatibilidades, ni el prevaricato, ni el cohecho, ni la concusión.

A este respecto, por cierto para nada edificante la conducta de la señora Adelina, presidenta del Consejo, enviando cartas a los miembros del Congreso en interés de su reelección, como también sus pavoneos por pleno hemiciclo en la sesión inaugural, siendo que son congresistas finalmente ungidos por ella y por sus demás colegas a la hora de las brujas.

Desde hace muchísimos años venimos oyendo críticas y muy fuertes al sistema electoral y de ello dice mucho la sentencia pronunciada por Gilberto Alzate Avendaño, muerto va a ser cincuenta años en noviembre venidero. Dijo el Mariscal que “en Colombia votan los muertos y los ausentes, esto más bien parece un mitin en el Valle de Josafat”.

Pues bien, y por lo visto, en Colombia no solamente siguen votando los muertos y los ausentes, sino que también lo hacen los magistrados al sustituir la voluntad política expresada en las urnas por los votantes, pero también toda esa laya de avivatos que resolvieron hacer de la democracia un baratillo panameño, sin que nadie haga nada, sin que nadie diga nada: ni desde el gobierno, ni desde el Congreso mismo, ni desde los partidos, ni desde la resbalosa calle.
Tiro al aire: a quienes aspiren a una elección popular en esta democracia de muertos y ausentes, un consejo gratuito: no busquen votos, consigan escrutadores. ¡Es más económico y eficaz!