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Se estima que las ciudades intermedias de América Latina crecerán a un ritmo anual de 0,5 por ciento en el 2030, cuando la región sea un 85 por ciento urbana (UNPD, 2007). Aunque las ciudades reducirán el ritmo de crecimiento de la población, en algunas ciudades intermedias se disminuirá y en otras, a pesar de perder el ritmo, tendrán un crecimiento urbano acelerado. Eduardo López en su escrito sobre el futuro de las ciudades intermedias, explica que esos procesos son dos caras de la misma moneda. Las ciudades pueden vivir auges y disminuciones, incluso, decadencia al mismo tiempo.
Pereira refleja esa doble condición en sus ciclos urbanos. No porque los avances en las transformaciones urbanas sean las causas de sus problemas o de la decadencia social como creen erróneamente algunos académicos, que la culpa es de la inversión en parques, vías, puentes, centros culturales o colegios. A la ciudad le falta continuidad en sus procesos de planeación y capacidad institucional para responder a los retos de la cruda globalización, que no aguanta una gobernabilidad urbana deficiente.
A estas condiciones de Pereira, similares a las de otras ciudades intermedias de América Latina, se agrega su condición de ciudad receptora de desplazados a los que se le ofrece planes de vivienda e inmigrantes en busca de la región de las oportunidades. Al mismo tiempo, los niños van con sus abuelas a despedir a sus padres en el Aeropuerto Matecaña, jóvenes tecnólogos o profesionales, se han ido a entregar su capacidad de trabajo en España o en Estados Unidos.
El porvenir de la ciudad es un asunto que desborda el ámbito de su propio territorio. Razón tiene Habermas cuando afirma que “el Estado aislado no es ya suficientemente capaz, con sus propias fuerzas, de defender a sus ciudadanos contra los efectos externos de decisiones de otros actores o contra los efectos en cadena de tales procesos, que tienen origen fuera de sus fronteras”
Todo lo anterior dificulta el proceso de formación ciudadana, de redes sociales, de generación de confianza y de lazos de solidaridad que hacen parte del capital social y son necesarios para construir un proyecto de ciudad incluyente, planificado y ordenado, articulado con la región y conectado con el mundo.La Tarde.