13 de octubre de 2024

¡OH, MY GOD!, OTRA VEZ VENEZUELA

21 de julio de 2010

Innegable, tenemos un conflicto con Chávez y su régimen, que dura ya nueve años que han corrido a la velocidad de la luz. El tiempo corre inexorable y resulta imposible atraparlo, someterlo y pedirle cuentas, aunque el tiempo perdido sí que nos pasa factura, con intereses e IVA.

Recordemos que varias son las maneras de solucionar los problemas entre las naciones: por la negociación directa, por ardua y dilatada que resulte; o por la mediación de terceros; o por una decisión de la Corte de La Haya; o, finalmente, con el uso de la fuerza. Bueno, existe otra alternativa: tolerar el status quo, la calma chicha o el stand by, o sea, dejar las cosas como están hasta que san Juan agache el dedo, pero siempre a la espera de la ocasión propicia de desatar el nudo.

Hasta donde se sabe, Colombia no está en disposición de entrar en guerra con aquel vecino, aunque sobradas razones tendría para acometerla y,  desde el punto de vista estratégico, tampoco le convendría al señor Chávez comprometerse en una aventura de tal índole, que le podría salir cara y posiblemente trágica, sabiendo que de este lado se podría contar con la asistencia de la única potencia del mundo, tan necesitada como nosotros de deshacerse del incómodo y lunático sátrapa.

Y bien. Como el presidente saliente, Uribe, no logró nada por la vía fina, ni emprendió la guerra para ponerle fin a la arbitrariedad y a los vejámenes, ni concurrió a La Haya, ni terceros tuvieron éxito, justo resulta pedirle que deje dicho asunto en manos de la nueva administración y que evite echar más leña a una hoguera que ya no le será dable apagar. Ninguna solución está ya en manos de Uribe, sino en las de quien legítimamente asumirá el mando el cercano siete de agosto.

De ahí que aparezca inoportuna la acometida mediática de estos días para dar a conocer lo que hace años se sabe: que las guerrillas colombianas campean desde territorio venezolano, con la anuencia y los auxilios logísticos del aparato gubernamental chavista.

El presidente electo Santos quiere conversar. Dejemos que haga el gasto hasta el desespero. Y, después, que no se llame a arrepentimientos el dictador de allá, probado como está que tenemos unas Fuerzas Militares entrenadas para las incursiones contundentes. Y ello sería en justificada defensa.

Tiro al aire: tenemos que salir de dos molestias: de las guerrillas y de Chávez. Los guerrilleros que se reinserten, o que vayan a las cárceles o a las fosas comunes. Y Chávez, yéndole bien, que vaya a la celda que recién dejó libre en Miami Manuel Antonio Noriega; o, yéndole mal, Saddam Hussein podría estarlo esperando en los profundos infiernos.

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