Las desdichas de Santa Cecilia
El poblado vibra con la música que invita a la fiesta y al olvido de frenesí de la ciudad. Todo eso -y su calidad de paso obligado entre Quibdó y el centro del país- le marcan un destino aun sin concretar.
Desde 1989, el Departamento trató de fortalecer su economía. Creó una granja que en 1993 fue transformada en el Centro de Investigaciones Karaví. Allí los agricultores recibieron asistencia técnica, semillas de borojó y chontaduro y alevinos para sus los estanques. Se impulsó el estudio de las plantas medicinales y de los saberes nativos. Se construyeron instalaciones para acoger grupos de investigación, como los del Proyecto Biopacífico.
Uno de los resultados de ese esfuerzo fue el aumento de las siembras de chontaduro y la llegada del producto a los mercados del Eje Cafetero.
Pero los eventos del Caguán acabaron con todo. Karaví terminó en refugio de la guerrilla y quedó en ruinas. Muchos miembros de la comunidad fueron asesinados y el éxodo hacia la capital casi desocupa el territorio.
Ahora, cuando todo parecía mejorar, irrumpió el picudo. Ese insecto estaba en el ambiente pero se convirtió en plaga. Parece que fumigaciones erradas exterminaron a sus depredadores y crearon las condiciones para su propagación sin límite. En siete meses destruyó el 90% de las palmas de chontaduro. No hubo cosecha en el primer semestre de 2010 y las pérdidas van en $4.000 millones.
Este es un ejemplo del desinterés por la ciencia en Colombia. De la orfandad de los campesinos frente a las plagas y enfermedades que destruyen sus plantíos. Ojalá que el Plan Departamental de Ciencia y Tecnología incluya un programa de investigación para los cultivos en el Chocó Biogeográfico risaraldense. El renacer del chontaduro sólo es posible con la investigación científica.
Este golpe postra de nuevo a Santa Cecilia. El hambre ronda por sus calles y la desesperanza cunde. Pronto surgirá una oleada de desplazados económicos para agravar el desempleo en Pereira y Risaralda. La Tarde.