La locomotora es el campo
–Estados Unidos y Canadá, Francia y Alemania, Brasil y Australia…-. El presidente Santos, que no proviene del mundo rural, lo tiene claro. Propone a la agricultura como una de las locomotoras que jale a la economía. No debería ser una más, debería ser la estratégica con el desarrollo y la transformación rural como propósito nacional, integral y de mediano plazo.
El mundo reclama y reclamará crecientemente, las llamadas producciones verdes. Se avecinan tiempos de escasez de alimentos por el incremento poblacional y de las clases medias con su mayor capacidad adquisitiva. Hay ya conciencia que los recursos, las materias primas e insumos no son ilimitados, se necesitan los que pueden ser producidos indefinidamente, muchos de ellos de origen vegetal: fibras, aceites, productos de la biodiversidad para la industria farmacéutica….pero también el agua y combustibles renovables. El cambio climático en curso reclama que se aumente la cantidad de masa vegetal en el planeta, para capturar el carbono que satura la atmósfera Colombia en todos estos frentes tiene enormes posibilidades y ello hace que la búsqueda de un desarrollo verde no sea simple sueño de ecologistas románticos sino de todo aquel que piense seriamente en posibilidades sostenibles, eficientes y rentables para el país. Los empleos y las exportaciones están en el campo.
Adicionalmente, el cambio rural garantizará, como ninguna otra medida de política, la consolidación de la seguridad democrática, compromiso y preocupación central de Juan Manuel Santos. Con él se dinamizará un desarrollo más equilibrado de las regiones, empezando con las que en estos largos y dolorosos años fueron escenarios de guerra; el campesino no seguirá expulsado como informal a la barriada urbana o como colono a la frontera selvática a tumbar monte, sembrar coca y ser victima de la acción de los grupos armados.
Es de destacar el interés de Santos por planteamientos de Gustavo Petro durante la campaña. Petro considera, con razón, que el corazón de la crisis colombiana y el camino para resolverla es una transformación rural para quitarle el piso social y económico a la guerra y eventualmente al narcotráfico, a la par que enfrentar la mayor vergüenza nacional, el masivo desplazamiento campesino. Para lograrlo planteó la necesidad de cambiar perdón por tierra; que quienes han ejercido violencia en el campo, guerrilleros y paramilitares por igual, con el narcotráfico de trasfondo, entreguen la tierra acumulada violentamente, a cambio de su reincorporación a la vida social, tierra que serviría para estructurar ese desarrollo rural económicamente productivo y socialmente incluyente en el cual campesinos organizados habrán de jugar un papel de primer orden. Sería la puerta para la plena democratización del país a partir de sus territorios y regiones hoy capturados por la parapolítica. No hay duda, el campo es la locomotora mayor.