Imanes politiqueros
Que la política reclama estudio, análisis, consagración, investigación y una aplicación equilibrada de sus principios, de tal manera que se convierta en un imperativo de quienes la asumen como profesión o verdadero apostolado de servicio; de respuesta y solución y capaz de atender las necesidades primarias, básicas de la gente de arriba y de abajo; con o sin poder económico; desde los niveles primarios de educación hasta los universitarios. Desde la misma concepción hasta el finiquito de la existencia. De la seguridad de cada ciudadano de la zona rural y urbana. De la seguridad social del trabajo, la salud, vejez e invalidez pero con sentido humano y no como negocio, sometida al vaivén de la oferta y la demanda y a la forma infame como condicionan a los médicos a medir el dolor y la enfermedad del paciente como si fuera una prueba contra-reloj, de la que se tienen que desprender rentabilidad económica.
Que de la política la gente del común y quienes conquistan títulos profesionales o técnicos, la conciban con interés, como algo útil, como algo digno de ostentar en el decurso de la vida cotidiana. Que sea un honor y un orgullo recibir ese calificativo de político de profesión. Que el hombre y la mujer la asimilen como un derrotero lleno valor y digno de cursar para servirle al país. Que de sus principios se estatuya la conveniencia política de pensar en los campesinos, los indígenas, los marginados del destino social, los ahora desplazados y secuestrados y las víctimas de la violencia y de los delitos de lesa humanidad. En fin que la política sea la cimiente y razón de ser de la participación ciudadana, de la aplicación sin prevenciones de ninguna naturaleza de los derechos de los niños, la familia y las mujeres y hombres cabeza de familia, que ella se fuente inagotable de las garantías de los derechos y deberes de todos los compatriotas.
Soy consciente que esta es una perspectiva idealista y que tiene que obedecer a todo un proceso de transformación, a un sueño de cambio estructural, moral y social. Sé que es muy difícil, pero no imposible. Cifro una cálida esperanza de cambio en los jóvenes universitarios a quienes les queda esa responsabilidad, donde la academia derrumbe los imanes politiqueros de la unidad nacional, que es otra versión del Frente Nacional de años atrás al que se le debe el desastre social y humano, así como la corrupción política y la pérdida lamentable de la institucionalidad de la Nación en módulos de tanta importancia como la justicia, la salud, la educación, el medio ambiente, la vivienda y el empleo.