¡Es la oposición, estúpidos!
En efecto, tanto el candidato del Polo Democrático como el del Partido Verde decidieron reunirse con el próximo mandatario para ‘colaborar’ en ciertos asuntos, aunque uno habla de deliberancia e independencia y el otro de autonomía y acuerdos sobre puntos fundamentales.
Aunque le pongan mil nombres y pretendan disfrazar con adjetivos su decisión, la verdad monda y lironda es que Petro y Mockus harán parte del gobierno de Unidad Nacional, como ya hacen parte del mismo el Partido Conservador, el Liberal, Cambio Radical y otros de cuyo nombre prefiero no acordarme.
Qué decepcionados deben sentirse los casi cinco millones de colombianos que, a pesar de la avalancha publicitaria y de la absoluta seguridad que había sobre el triunfo de Juan Manuel Santos, aún así mantuvieron su dignidad de independientes y acudieron a las urnas a votar en contra de todo lo que encarna el candidato de las mayorías, que no es otra cosa que lo mismo que ha ejecutado Álvaro Uribe en su ocho años de gobierno.
Semejante expresión de independencia y de voluntad cívica ha terminado, como dijo el Libertador, por ser una especie de ‘arar en el desierto’, por cuenta de la falta de responsabilidad histórica de quienes recibieron tamaño mandato.
Ni Antanas Mockus ni Gustavo Petro tienen derecho político para enarbolar en un supuesto Acuerdo de Unidad Nacional las banderas de la ética, la transparencia y del no todo vale, que fueron las justificantes de sus respectivas votaciones.
La Oposición, así en mayúsculas, señores Mockus y Petro, es su único deber político y es su única responsabilidad con el devenir histórico de Colombia. El mandato que recibieron fue ese, el de ejercer vigilancia, realizar controles y no plegarse al espejismo de una Unidad Nacional que lo único que busca -y parece que lo está logrando- es amordazarlos por anticipado, para evitar esos controles que son consustanciales a la existencia misma de todo sistema democrático.
A la Oposición no hay que temerle. La Oposición se ejerce, aún en las circunstancias más desfavorables. Y ello es así porque lo que está en juego es la propia supervivencia del sistema democrático. Y hay algo más: la Oposición es la mejor herramienta que tienen quienes pretenden convertirse en opción de poder.
En el caso del Partido Verde, habría que preguntarle a Mockus qué relación tienen el discurso, las ejecutorias y las alianzas actuales del Presidente electo con el mensaje de transparencia y de ética que él nos vendió durante la campaña. ¿Cuál es el punto de encuentro de dos visiones tan disímiles? ¿Acaso la propuesta ética de Santos es la misma de Mockus?
Similar interrogante debe hacérsele a Petro: qué relación tiene su discurso sobre la mala repartición de la tierra como causa objetiva de la violencia frente al de la concentración de la propiedad de la tierra como factor de desarrollo que propone Santos, que es exactamente igual al que ha ejecutado Uribe y que se resume en su ofensiva frase de que él “solo tiene mil hectáreas”.
Cuando le preguntaron a Petro para qué se reunía con Santos, contestó que “para hablar de la tierra”. ¿Acaso piensa que Santos dejará de aplicar sus principios en lo que tiene que ver con el uso y propiedad de la tierra para empezar a ejecutar los suyos? En el hipotético caso de que ello fuera así, ¿entonces qué pensarían los votantes de Santos?
Lo que no han querido entender Mockus y Petro es que unir sus discursos con el de Santos es tan difícil como mezclar el agua y el aceite. Por consiguiente no es posible hacer unidad alrededor de esos temas, para sólo citar dos ejemplos, pues la única manera en que Mockus y Petro cabrían en esa Unidad Nacional sería renunciando a sus principios y ello no sería una coalición sino una colusión. ¿Es eso lo que quieren? El Heraldo.