El empleo en la olla
La realidad que en ese campo neurálgico espera al presidente Santos es de una verdadera emergencia nacional, una hecatombe para usar un término caro al gobierno saliente. Así la han entendido los colombianos que sistemáticamente y a lo largo de los 8 largos años del régimen uribista, en encuesta tras encuesta colocan al empleo (y a los ingresos de la familia) en el primer lugar de sus preocupaciones. Es su principal factor de inseguridad.
Un desempleo abierto del 12% con 2.6 millones de colombianos, muchos de ellos jóvenes sin otro oficio que deambular “midiendo calles”. De los 19 millones ocupados más de la mitad son independientes de los cuales el 86% gana menos del salario mínimo de $515.000 mensuales. Claramente no hacen parte del luminoso escenario laboral del discurso publicitario de la postmodernidad, de profesionales que desde su casa hacen trabajos independientes con ingresos y futuro asegurados. Los nuestros son prisioneros de las urgencias y la zozobra de un rebusque de supervivencia. Configuran el inmenso y creciente mundo del subempleo en el cual malviven casi 7 millones de compatriotas, parte de los 10.9 millones de informales y de su mundo, el del rebusque, que en buena medida sostiene a nuestro endeble edificio social.
¿Cómo cambiarlo? Entendiendo que la precariedad laboral – en ingresos y condiciones laborales – no conduce a una economía viable, moderna, incluyente y competitiva, sino al callejón sin salida de una caracterizada por la informalidad y el rebusque. Urge por ello descartar la visión tecnocrática, excluyente y cortoplacista de que solo el capital genera desarrollo, riqueza y progreso. La tecnología que se promociona no genera empleo pero si mayor concentración de riqueza. Aumenta la producción y disminuye el empleo. Solo una estrategia de formalización y apoyo integral y continuado a la pequeña y mediana empresa, tanto la urbana como la rural, garantizará que nuestra economía se apoye para crecer en nuestras fortalezas, potenciales y recursos: gente inteligente y emprendedora y una riqueza natural diversa a la espera de ser valorizada por ese trabajo.
El trabajo no puede ser desvalorizado, con la supresión de los parafiscales por ejemplo, mientras se rodea de exenciones y gabelas a un capital que lo expulsa y banaliza. Las políticas y no solo los discursos, deben reconocer y valorara la capacidad de trabajo y de emprendimiento de los colombianos ¿Cómo? Con formación y educación, con la formación tecnológica como prioridad de prioridades, según lo expuso Noemí. Favoreciendo el primer empleo de los jóvenes, en la línea de lo planteado por Rafael Pardo. Recuperando la tierra y reorientando los recursos para el desarrollo rural. a En lo planteado por Petro y Fajardo hay elementos valiosos para construir esa senda de progreso.
Con esas decisiones se llenaría de contenido y de posibilidades de futuro el discurso de la Unidad Nacional del presidente Santos.