13 de octubre de 2024

El abrazo de la medusa.

23 de julio de 2010

Y hay por naturaleza entre los hombres muchas y grandes diferencias; no son iguales ni el talento, ni la habilidad, ni la salud, ni la fuerza; y de esta inevitable diferencia brota la diferencia de la fortuna.

Todo lo anterior, se relaciona obviamente con los usos, costumbres y necesidades  de la comunidad, precisando de actitudes y de oficios al desempeño de los cuales se sienten impelidos los hombres por la diferente posición social de cada uno.

Las diferencias marcan los hitos en la formación de la persona respecto a su infancia, adolescencia y madurez , tanto en la etapa de sus primeras relaciones interpersonales como en la etapa académica, lo que conduce a la creación de los grupos sociales dentro de la comunidad, caracterizándose por su disimilitud debido a  factores de orden familiar, económico, social, religioso, étnico, etcétera, etcétera,.

Es notorio e innegable, además, ciertas, las diferencias abismales, de fondo y de forma, que existen entre Álvaro Uribe y Juan Manuel Santos. El rango social es distinto, asì haya escalado estratos por su prolongado paso por la presidencia. Las amistades de infancia fueron distintas, diverso estrato social, en las de adulto ni pensar en la comparación. La formación académica fue distinta, tanto en plantel educativo, como en profesión. Santos es reflexivo, conciliador y cauto. Uribe es explosivo, instigador  y pendenciero. Santos es respetuoso. Uribe es iconoclasta y ‘brocha’.

A raíz de las especulaciones divulgadas a través de los medios  de un posible distanciamiento en las relaciones personales entre el Presidente electo y el actual, se dio  en días pasados  por parte del doctor Santos una declaración al respecto, utilizando un refrán muy propio de comadres: “los que me quieren alejar del presidente Uribe, se van a quedar con los crespos hehos”; posición bastante temeraria, por cuanto no veo ningún interés de peso para  que alguien busque ese cometido.

Uribe es Uribe y Santos es Santos. La ayuda del gobierno Uribe para que Santos alcanzara la presidencia es innegable. El Presidente electo ha insistido en demostrar su gratitud hacia Uribe, pero de manera eufemística trata de manifestar que quiere independencia para gobernar sin ninguna carga e interferencia de Uribe. Esta situación es la que preocupa a muchos colombianos y ha sido distorsionada, dándose a entender que se busca es deteriorar una amistad. No. Lo que quiere Colombia, con excepción de los uribistas recalcitrantes, es evitar ese ‘abrazo asfixiante de la medusa’, que Uribe no atosigue al nuevo Presidente, que respete su espacio y, por sobre todo, sus decisiones, que entienda  y acepte que su poder expira el próximo siete de Agosto, que deje su vocinglería  perturbadora y desestabilizadora que afecta el futuro.

Los únicos que pueden estar incómodos, y buscan como fuerza de presión por terceras personas lanzar especies temerarias, son los fundamentalistas del uribismo, como Josè Obdulio Gaviria, Plinio Apuleyo Mendoza, Roy Barreras o el ‘judas’ de Rodrigo Rivera, con las decisiones que ha tomado el Presidente electo con relación a la importancia  de la política exterior, en especial con Venezuela, Ecuador y Nicaragua, y la designación de unos ministros de lujo, sin impronta uribista y unos críticos a ultranza de este gobierno.

El manejo de la política exterior es complejo y el mandatario electo es màs versado en esta materia en razón de su experiencia que el actual. Las relaciones diplomáticas con los países vecinos es màs delicada de lo que se imagina la mayoría, especialmente con Venezuela, va mas allá del simple intercambio comercial, jugando un papel preponderante  la seguridad de sus fronteras comunes, lo que incide de manera directa en el modus vivendi de nuestros compatriotas que viven en los departamentos fronterizos, incluyéndose, por supuesto, su integridad física, y que a la larga pone en peligro la estabilidad y la existencia misma del Estado.

Es por ello, que desconcierta la actitud irresponsable cargada de amargura de este gobierno, en cabeza de Uribe, que en sus estertores agónicos esté lanzando calificativos peyorativos y denuncias extemporáneas contra Venezuela, de unas situaciones notorias y bien conocidas de antaño y de las cuales se guardó un silencio gubernamental ininteligible, que debió ponerse en conocimiento de la comunidad internacional a través de los organismos idóneos, de mucho tiempo atrás, sin necesidad de recurrir a shows mediáticos, que solo dinamitan el ánimo conciliador de las partes.  

Al ventrílocuo y maquinador del uribismo, y el Fouché de este gobierno, hay que creerle la mitad de la mitad de lo que dice y escribe, y lo que afirma en su ùltima columna de El Tiempo carece  de veracidad y solo es producto de la paranoia. La inquebrantable relación de los presidentes entrante y saliente termina indefectiblemente resquebrajándose por sustracción de materia por las situaciones aquí descritas, y otras màs como puede ocurrir cuando el nuevo gobierno quite la ‘enjalma’ para reacomodar las cargas y destape las “peladuras” de los déficits fiscales de la seguridad social, del pasivo pensional, de la  infraestructura, etcétera, producto de falta de planeación y de la irresponsabilidad en comprometer partidas presupuestales a vigencias futuras.

Además, aunque no quiera el mandatario electo aplicar el espejo retrovisor, los hechos cumplidos de corrupción y conocidos por la opinión pública empezaran a tener su efecto sancionatorio a partir del 8 de Agosto, siendo explicable y entendible  el compás de espera que se tomó el órgano judicial, lo cual aumentará considerablemente el hacinamiento carcelario con los nuevos huéspedes de cuello blanco de la burocracia oficial.

Sin terminar el gobierno màs corrupto de la historia republicana, ya se empiezan a escuchar las lamentaciones sobre la mala administración, asì lo dijo de viva voz el presidente del Senado, el Armandito ‘díscolo’ del uribismo, y se refirió ni màs ni menos que a la Cancillería  colombiana, y manifestó que ninguno ni ninguna de los Cancilleres de Uribe había servido para un carajo, incluyendo, por supuesto, al ‘mechudo’ actual.