Ofensiva del G-20 contra los déficits
Sin embargo, el grupo dejó la puerta abierta para que cada país avance a su propio ritmo y adopte políticas "diferenciadas y ancladas" que concuerden con las prioridades políticas o económicas del país, un fuerte revés frente a la unidad mostrada en las tres cumbres anteriores convocadas para coordinar medidas contra la crisis financiera.
El comunicado final de la cumbre reconoce que tener unas "finanzas públicas sanas es esencial para sostener el crecimiento económico" y establece el compromiso de las economías avanzadas de reducir a la mitad su déficit para 2013. Así, el G-20 logró cerrar el intenso debate entre continuar o no con el gasto público para sostener el crecimiento económico, que había llevado a bautizar el encuentro de Toronto la "cumbre de las discrepancias".
"Nuestros desafíos son tan diversos como nuestros países", explicó el presidente norteamericano, Barack Obama, que advirtió que su país ya no será el motor de la economía mundial a través de sus altas importaciones. "[Los estadounidenses] no pueden ni quieren seguir pagando el camino del mundo hacia el bienestar", dijo el mandatario luego de finalizado el encuentro.
El grupo evitó también las confrontaciones con China, y no hizo una mención específica al tipo de cambio del yuan, un punto conflictivo. En ese sentido, el presidente Hu Jintao defendió ayer la política monetaria china, al señalar que una fluctuación grande de las tasas de cambio podría amenazar a los mercados.
El G-20 acordó que cada país decidirá su ritmo para avanzar en los asuntos más controversiales, como el impuesto a los bancos para recuperar el dinero gastado en rescates y la implementación de normas más estrictas al sistema financiero.
"La principal prioridad del G-20 es salvaguardar y fortalecer la recuperación y establecer bases para un crecimiento sólido, sostenible y balanceado y fortalecer nuestros sistemas financieros contra el riesgo", dijo el grupo en el comunicado final de la cumbre de Toronto.
Como reflejo de las discusiones previas a la cumbre, el G-20 señaló que el recorte del gasto público "debe ser a la medida de las circunstancias" de cada país y "compatible" con el crecimiento y los planes de estímulo en marcha. El comunicado también establece el compromiso de que, entre el año próximo y 2016, no crezca o incluso se reduzca el peso de la deuda en el PBI de los países.
El comunicado refleja también, de alguna manera, la opinión de Estados Unidos acerca del peligro de retirar los estímulos, al afirmar que "el ritmo del ajuste debe calibrarse cuidadosamente para sostener la recuperación de la demanda privada". El documento subraya que existe el riesgo de que "un ajuste fiscal sincronizado entre varias grandes economías pueda afectar de forma adversa la recuperación".
Con estas premisas, el G-20 volvió a centrarse en el objetivo de potenciar el crecimiento mundial y la creación de empleo, pero de manera distinta de como lo hizo en la última cumbre de Pittsburgh, cuando hubo un llamado unánime en favor de lanzar planes de estímulo con fondos públicos. Nueve meses después, el G-20 constató ayer que este esfuerzo "sin precedente" ha dado resultado, pero alertó que, en el camino, las finanzas públicas de algunos países, sobre todo las de los europeos, han quedado golpeadas.
Esta situación provocó un intenso debate previo a la cumbre entre los países defensores de no retirar los estímulos, como Estados Unidos y los emergentes, y los europeos, que no ven otra salida que impulsar políticas de ajuste fiscal ante el peligro de que los mercados de deuda les cobren una grave penalización.
El G-20 no ha podido resolver otra de las grandes diferencias: establecer un impuesto financiero global para financiar los futuros rescates bancarios, al que se oponían los países emergentes con el argumento de que sus entidades no habían provocado la grave crisis de 2008 y 2009.
Agencias AFP, EFE y Reuters