25 de abril de 2024

Lo bueno, lo malo y lo feo del Mundial

26 de junio de 2010
26 de junio de 2010

El caso de Argentina es bien interesante, y desde ya hay varios analistas que lo dan como futuro campeón. No sólo tiene al mejor jugador del Mundial –Lionel Messi– sino que en Sudáfrica y en pleno torneo, Maradona encontró al equipo que venía buscando desde las eliminatorias, donde sufrió demasiado para clasificar. De la mano de Messi, Argentina ha crecido en Sudáfrica, y si no se les alborota el ego a los jugadores y al técnico y mantienen los pies en la tierra, será protagonista en las rondas definitivas previas a la gran final. La defensa es el flanco más débil de una Selección a la que Maradona le ha sabido transmitir su pasión por el fútbol y su compromiso con su país.

Brasil, a diferencia de Argentina, no ha podido seducir a los amantes del buen fútbol. Su máximo referente –Kaká– ha tenido un Mundial gris, y mientras él no brille la Selección tampoco podrá lucirse. El técnico Dunga y su cuerpo de asistentes cometieron un error que podrán pagar muy caro, en caso de no salir campeones: graduaron a los periodistas deportivos de enemigos y por consiguiente hoy por hoy la torcida les ha retirado sus afectos, pues los señalan de ser los grandes culpables de que la Selección juegue feo y se haya apartado de los patrones del jogo bonito, que históricamente ha caracterizado a ese país. Aunque sigue en deuda, Brasil es el gran candidato al título.

Chile ha respondido a las expectativas que había con respecto a su participación en Sudáfrica. Marcelo Bielsa logró imponerle su sello personal a un conjunto que hasta hace algunos años se caracterizaba por su desorden táctico y la falta de compromiso de sus jugadores. Chile llegó al Mundial no a jugarlo sino a ganarlo. Así lo cree Bielsa y así piensan sus jugadores. Es un equipo mentalizado para ganar. Y pensar que los directivos de la Federación Colombiana de Fútbol no contrataron a Bielsa porque les pareció muy caro.

Uruguay es otra Selección que ha impresionado gratamente en Sudáfrica. A la tradicional garra charrúa, su técnico le imprimió dinámica y orden táctico, pues todas sus líneas se comportan de forma sincronizada y todos sus jugadores están interpretando fielmente la partitura del profesor Óscar Washington Tabárez. Diego Forlán es, junto a Messi, una de las grandes figuras del Mundial. A diferencia de Brasil –que tendría que vérselas con España– y Argentina –que podría enfrentarse a Inglaterra o Alemania–, el grupo que le correspondió a Uruguay luce bastante accesible.

Paraguay ha mantenido el mismo nivel que mostró en las eliminatorias. No sólo pasó a la siguiente ronda como el primero del grupo –por encima de Italia, la gran favorita– sino que mostró una defensa sólida y un medio campo eficaz.

La frase del Tata Martino, su entrenador, de que jugarían el Mundial como un homenaje a su jugador emblemático Salvador Cabañas, quien se quedó por fuera del certamen luego de sufrir un atentado que estuvo a punto de costarle la vida, refleja el compromiso que tienen los paraguayos para jugar.

Lo malo. La pobre campaña de los equipos africanos, donde sólo Ghana logró pasar a la siguiente ronda, debería llevar a la Fifa a reconsiderar la ampliación de los cupos de los equipos de ese territorio para el Mundial. Ese organismo debe entender que no todo es mercadeo y plata para sus bolsillos. El nivel del fútbol africano está muy por debajo del de Sur América y Europa. Curiosamente, los equipos africanos causaron más sensación en otros Mundiales, donde fueron mucho más auténticos en su fútbol y sus jugadores más ‘naturales’. Hoy se nota la mano de los técnicos europeos en todos ellos, y por ello se muestran más ordenados en la cancha, pero también mucho más acartonados y amarrados a un libreto táctico que atenta contra su irreverencia natural.

Lo feo. El papelón de Francia e Italia. Pasarán muchos años para que Francia olvide la vergüenza que significó su participación en el Mundial de Sudáfrica. Su clasificación fue un novelón que empezó con la mano de Tierry Henry y que les sirvió para eliminar a Irlanda. Por cuenta de esa trampa, Francia llegó a Sudáfrica por la puerta de atrás. Y por esa misma salió. Ocupó el último lugar de su grupo, y las peleas de Domenech y sus jugadores fue la comidilla del Mundial. En el campo no hubo nunca un patrón de juego definido, que extrañó más que nunca a un jugador de los quilates de Zidane. Dentro de muy pocos años nadie se acordará del nombre de un solo jugador de Francia en el Mundial de 2010. Todos son innombrables.

Y tan feo como la participación de Francia en Sudáfrica fue la de Italia, el gran campeón. No sólo no fue capaz de defender su título sino que quedó de último en su grupo, por detrás de Paraguay, Eslovaquia y Nueva Zelanda –¡sí, Nueva Zelanda!–. El fracaso de Italia es la prueba tangible de que el Calcio es un fiasco, pues sirve para alimentar las chequeras de los dueños de los equipos, como ocurre con el Inter de Milán, pero atenta contra sus propios jugadores.

El mejor ejemplo es el propio Inter, flamante triunfador de la Liga de Campeones, en cuya nómina sólo hay un jugador nacido en Italia. El Calcio es un campeonato de mercenarios. Y así les va en el Mundial. Marcelo Lippi, al igual que Domenech, pagó muy cara su soberbia. El Heraldo.