29 de marzo de 2024

¿Está cerca la victoria?

13 de junio de 2010

Más afortunadas las Farc que el Eln en ese giro táctico. Por lo mismo arreciaron su poder intimidatorio, con el éxito político previo de haber convencido a Andrés Pastrana de que el diálogo con ellas era posible y probable la paz definitiva. Con la misma mala fe con que engañaron al ex presidente Betancur para multiplicar sus frentes mientras negociaban, aprovecharon con Pastrana los corredores del despeje para exportar sicotrópicos y rearmarse con material sofisticado.

No obstante, llegó el día –tenía que llegar– en que un gobierno se le midiera a la soberbia de sus líderes, a su barbarie terrorista y a la guerra de posiciones que venían librando. Pero han sido tan duros los golpes sufridos por sus columnas más fuertes en la marea de represalias de los contraataques, que su repliegue y la revisión de su estrategia son las evidencias tangibles de su debilitamiento y del desinfle de su credibilidad en el mundo desarrollado.
Tienen un mérito: haber sobrevivido veinte años a la caída del Telón de Acero y al cambio de actitud de Fidel Castro sobre la vigencia de la lucha armada. Persisten en su anacronismo político y en la certeza de que salvarán un arquetipo que ya no figura en los catálogos de la literatura revolucionaria, aferrados a una ilusión que se comieron la Historia, el tiempo, los malos intérpretes del viejo Marx, el vuelco de la economía china y la democratización de Europa del Este. Se evaden, con una tenacidad sombría, en la encarnación de algo que ha desaparecido.
Ya la seguridad democrática es una política de Estado y las Fuerzas Militares tomaron en serio el compromiso institucional de ganar la guerra. Están mejor entrenadas y mejor dotadas, y los colombianos esperanzados en que no se reduzca el gasto militar con tal de que el Ejército, la FAC, la Armada Nacional y la policía continúen combinando sus operativos en todas las zonas del territorio nacional. Eso tranquiliza, y se necesitarán los tributos de paz o de guerra que se impongan a los propietarios que ya pueden transitar sin miedo por las carreteras.
¿Qué tan cerca está una victoria como para que el enemigo se rinda o se avenga a negociar lo que reste de su frustración? ¿O será que tiene aún vigor para extendernos por más tiempo esta amalgama de ideología y crimen que sube o baja según la viscosidad del odio que lo corroe?
Hasta hoy, lo que indican las nuevas ideas y el talante de Juan Manuel Santos es que, de ser él el próximo presidente, la guerra avanzará sin interregnos humanitarios, dentro de la concepción de que no se puede ceder al chantaje con vidas humanas. En esa eventualidad insinuada en sus discursos de campaña, el Gobierno entrante aplicará, en otra variable, la doctrina del almirante Emilio Massera: “No pelearemos hasta la muerte. Pelearemos hasta la victoria, esté más allá o más acá de la muerte”. El Universal, Cartagena.

*Columnista y profesor universitario