19 de enero de 2025

El sol y la lluvia enmarcaron el sepelio

19 de junio de 2010
19 de junio de 2010

Las dos ceibas que se elevan hacia el cielo frente a la iglesia San Francisco Rey se quedaron pequeñas para dar sombra a cientos de personas que ayer desde tempranas horas del día se hicieron presentes en el parque principal de Amagá, donde asistieron a las exequias de once de las más de 70 víctimas de la explosión de la mina San Fernando, ocurrida el pasado miércoles por la noche en ese municipio del Suroeste antioqueño.

Con música cristiana de fondo, la iglesia amenizaba la espera del obispo de Caldas, monseñor José Soleibe.

-Ya vino el gobernador, decían unas señoras debajo de un parasol. –Véalo por allá, le respondió otra señalando a la derecha.

Las campanas de la iglesia comenzaron a doblar a las 10:57 de la mañana, anunciando a los amagacitas que estaba a punto de iniciar la despedida de once de sus paisanos.

Seis coches de la Funeraria La Esperanza aparecieron en escena, ante la mirada curiosa de la multitud. Detrás de ellos varios hombres cargaban sobre sus hombros otros féretros con los restos mortales de amigos y familiares.

La música cesó y bajo el parasol ubicado cerca al atrio de la iglesia, Gloria Sánchez recordó como en cortometrajes, que siendo muy niña estuva allí en el sepelio de su hermano Fausto Sánchez, uno de los 86 trabajadores que murieron por la explosión de una mina de carbón el 14 de julio de 1977.

-Allá también estaba mi tío Adolfo Puerta, recordó Ferney Largo Puerta, uno de los seis mineros de Carbones San Fernando que el pasado miércoles salvaron sus vidas al salir del socavón segundos antes de que explotara.

“Yo era el penúltimo. Detrás de mí venía Walter Restrepo, quien resultó quemado y se encuentra en el hospital”, agregó el joven minero.

Luego miró la fila de ataúdes, como pensando que él podía estar allí sino se apura unos segundos.

“Ese día estaba trabajado con otros dos hombres. Uno de ellos, David Jaramillo, alcanzó a salir con migo. El otro era Iván Sánchez”, reveló mientras dirigía la mirada a uno de los ataúdes.

La ceremonia

A las 11 de la mañana el obispo de la Diócesis de Caldas inició la misa, acompañado de otros jerarcas católicos del Suroeste antioqueño.

“En estos momentos Amagá es el centro de Colombia por la tragedia que está viviendo, pero la Diócesis, sobre todo, siente dolor porque han sido nuestros hermanos los que han sido llamados por Dios”, dijo el obispo mientras todos guardaban silencio.

Después de la muerte tiene que haber algo más. Si la gente muriera y eso fuera todo, sería muy triste. La vida sería mejor para los animales, que no les importa nada, que les da lo mismo todo. Pero la cometa sube más alto cuando el viento es contrario. Eso nos pasa con las dificultades de la vida, recordó el alto prelado.

A las 11:30 de la mañana ya el sol se había ido y una lluvia suave y delgada hizo su aparición. Algunos buscaron refugio, pero solo fue cuestión de dos o tres minutos, como una especie de saludo para los mineros caídos en su ley.

De los bafles ubicados a los lados de la tarima donde los sacerdotes concelebraban la homilía, salieron las notas de una canción romántica: -El amor no se puede olvidar… el amor no se puede olvidar…Las lágrimas afloraron en el rostro de algunas mujeres, antes de que un hombre empezara a tocar con trompeta las notas del minuto de silencio.

La alcaldesa Auxilio del Socorro Zapata tomó la palabra y dirigiéndose a los familiares de las víctimas les dijo: “ustedes no están solos, la comunidad amagacita los rodea”.

Ferney Largo Puerta es uno de los seis mineros que salvaron sus vidas al salir segundos antes de la explosión.
Foto: Edwin Bustamante

La funcionaria agradeció al gobernador Luis Alfredo Ramos, a los socorristas, al coronel Jorge Andrés Rodríguez y a todos sus hombres de la Policía Antioquia. “A todos ustedes un Dios les pague a nombre de la administración municipal. Este es el momento crucial para decirle a estas familias que no están solas”, reiteró la funcionaria.

El gobernador también ofreció la solidaridad de su administración. Recordó que ha estado atento a esta tragedia y lo estará hasta que saquen al último de los mineros del socavón en que yacen desde hace más de dos días. “Estaremos atentos a que la seguridad social se cumpla a cabalidad y a que los huérfanos y las viudas reciban las indemnizaciones que se merecen”, prometió.

Anunció Ramos Botero que hoy estará nuevamente en Amagá en compañía del presidente Álvaro Uribe, acompañando a los familiares de las víctimas de la mina.

Uno de los concejales del municipio anunció que la Alcaldía decretó tres días de duelo, ordenó izar la bandera local a media asta y prohibió la música en los establecimientos públicos en señal de respeto.

El sol que al principio quemaba se alejó discretamente y en su lugar apareció una lluvia intensa, que puso fin a la multitudnaria ceremonia.

Así se inició el traslado de los cuerpos hacia el cementerio, pero el chaparrón se hizo tan fuerte que pronto generó caos. Algunos hombres que cargaban ataúdes se devolvieron en busca de los carros fúnebres. Unos los encontraron fácil, otros se confundieron ante la mirada ansiosa de una multitud refugiada en carpas, techos y establecimientos comerciales.

Así comenzó el desfile hacia el campo santo, con cientos de hombres y mujeres recostados sobre las paredes de los negocios mientras pasaba y se alejaba el cortejo fúnebre. Parecían resignados a dar así el último adiós a sus amigos y allegados, pero minutos después el cementerio estaba copado. En motos, vehículos particulares y hasta en camiones de la Policía la gente llegó hasta el campo santo.

Mujeres desmayadas, gritos desgarradores, recuerdos de los que se fueron llenaron el espacio.

Afuera el sol volvió a salir y niños, hombres y mujeres iniciaron el retorno a casa dejando atrás una parte de sus vidas.