22 de septiembre de 2023

El poder taumatúrgico de la palabra

3 de junio de 2010

El mundo les responde a esos críticos. Boris Yeltsin, después de Gorvachov, inició el recorrido democrático de Rusia, país acostumbrado a los Secretarios Generales del Partido Comunista que, dentro  de una línea secreta de relevos, sorprendía con desconocidos gobernantes, ordinarios, maleducados y sombríos. Cuando Yeltsin quiso ratificar su poder con el voto popular, surgieron otros competidores que lo emularon en esa consulta. Aún lo recordamos  semiebrio subido a los tablados, solo, bailando polka como cualquier cantante popular.En Francia la vió dura el señor Nicolás Sarkozy enfrentado a la señora Segolene Royal, la oponente. Ambos demostraban su poderío en concentraciones públicas inmensas.  Llenaron las avenidas de París, con gente enloquecida a favor de sus respectivas banderas.La señora Hillary Clinton le peleó, cabeza a cabeza, la candidatura  a Barak Obama, y después éste tuvo que enfrentar al senador Mc Caín, ambos moviéndose dentro de una gigantesca marea humana.  Porfirio Lobo de Honduras acabó con el mito de Manuel Zelaya cuando las calles fueron desbordadas por sus electores que le dieron una incontrovertible victoria. Su proclamación se hizo en el espacio inmenso de un coliseo, atestado hasta las banderas con sus seguidores.El actual mandatario de Ecuador Rafael Correa dirimió el debate presidencial al frente  de mesnadas vociferantes. El señor Hugo Chávez de Venezuela mantiene  copado un largo y ancho salón con sus camisas rojas, y parece  que para todos sus actos de gobierno buscara el aplauso de sus conmilitones. Chile y Uruguay con Sebastián Piñera y Pepe Mujica, evidenciaron con ríos de hombres y mujeres la rotundidad de sus triunfos respectivos.  

La  actual campaña presidencial de Colombia reafirma la tesis de Álvaro Gómez : hay qué meterle pueblo a la democracia. Los debates televisivos fueron desastrosos  para Mockus. En cada intervención suya perdía por miles de adeptos. Si la disputa hubiera durado un poco más, habría quedado  en física miseria electoral.  Mockus puede ser un excelente presidente, pero es un pésimo candidato. Se suicidó a causa de las torpezas que expuso, las dificultades para construir argumentos, sus vacilaciones inaceptables, y el pobre discurso con el cual remataba  sus jeroglíficos mentales. Juan Manuel Santos, como orador, es bastante regular. No posee el don de la elocuencia, pero demuestra, sí, que tiene el país en la cabeza. No en vano ha sido Primer Designado, Ministro en las carteras de Comercio Exterior, Hacienda y Defensa. Rafael Pardo debió tener mayor audiencia. Inteligente, agudo, brillante en todas sus exposiciones. Sus émulos no la tuvieron fácil con el candidato del liberalismo que demostró tener armadura de estadista. Gustavo Petro jugó un papel decoroso. Es un personaje culto, incisivo y finalmente, en torno suyo hay un indescifrable interrogante. Viene de la guerrilla, y su meta final es un misterio. Hay reparos en cuanto a Noemí Sanín. En la tarde de su proclamación, que fue un acto soberano con la presencia de nuestros dos expresidentes Belisario Betancur y Andrés Pastrana, mas la representación por regiones de un conservatismo optimista,perdió esa oportunidad feliz para pronunciar un discurso histórico. Se confió en su capacidad de improvisación para hilvanar una intervención de amazónica pobreza intelectual. En los debates jugó un papel mediocre. Habiendo comenzado la campaña con un olímpico segundo lugar en las encuestas, después en todas descendió, hasta finalizar en una melancólica posición de relleno.

Germán Vargas Lleras fue otra cosa.Dueño de palabra abundante y fogosa, sus exposiciones eran excelentemente bien argumentadas, diáfanas y seguras, con sobrada sapiencia para responder en los temas concretos que le planteaban. No se desalentó ante la adversidad de los números, que en el recorrido de los días le eran injustamente adversos.Si a Mockus le faltó un  mes para acabarse de autodestruir, igualmente a Vargas le hicieron falta esos mismos treinta días para quedar de segundo en la contienda. De haber ocurrido así, hoy estaría en la antesala de la presidencia.

En esta campaña no hubo recintos cerrados. La televisión, a una misma hora,  tiene el prodigio de penetrar todos los hogares de Colombia y a quien bien le va, como a Vargas Lleras, sale premiado con el reconocimiento ciudadano. Todos presidieron concentraciones caudalosas. El pueblo escuchó y finalmente decidió. Contra los teóricos que despotrican de las plazas públicas, Colombia demostró que las tribunas son un escenario aireado, púlpitos de una democracia activa.   La palabra, sí, la palabra  abre puertas, traslada montañas y hace florecer los desiertos.