Sombras nada más
En el transcurso de la última década, y como resultado de la inmediatez que permiten los nuevos medios de comunicación, la ciudad de Pereira ha sido el centro de una serie de escándalos motivados no tanto por la naturaleza de los episodios como por las reacciones airadas- y a veces patéticas- de distintos agentes de poder, sobredimensionadas por algunos sectores de la prensa empeñados en demostrarnos que la frase “Colombia es pasión” es mucho más que un ingenioso mensaje publicitario.
El primero de ellos tuvo que ver con una nota publicada en el suplemento semanal del diario El Mundo de España, firmado por la periodista Salud Hernández con el título de “Viaje a la Cuna de las Prostitutas”, en un exceso de tremendismo por parte del editor. El segundo no alcanzó a propagarse, porque un sector de la dirigencia local se desplazó a la ciudad de Bogotá a exigirle a los editores de la revista Semana el retiro de su edición digital de un reportaje del periodista Juan Miguel Álvarez, donde se mostraban los territorios y los protagonistas de una escalada de violencia relacionada con el narcotráfico y con la reagrupación de grupos paramilitares desmovilizados. El texto en cuestión no duró más de veinticuatro horas en la página, de modo que muy pocos nos enteramos del incidente.
Y el último, el más promocionado de todos, es el documental del Canal 4 de España sobre los llamados niños sicarios, que desató una oleada de chovinismo sin precedentes, con el resultado de que quienes no tenían noticia del video se interesaron en verlo, en una revalidación de la vieja premisa aquella que hace de la prohibición la mejor manera de promocionar un producto o servicio.
Como los detalles son de sobra conocidos, digamos que los hechos dejan una serie de reflexiones sobre nuestra manera de ejercer el periodismo, oficio que nos acostumbramos a confundir con una variante de la promoción turística o con una extensión de las oficinas de prensa de los directorios políticos. Es evidente que en el caso de los medios españoles, se violentaron los principios de claridad, precisión y equilibrio inherentes al oficio de informar. De igual manera está en manos de la justicia definir si se violaron los derechos de los menores. Pero en la línea de sombra queda el hecho de que no es cierto, como lo insinuaron al unísono columnistas y funcionarios, que la prensa internacional solo se ocupa de esos temas cuando se trata de Pereira, lo que de entrada constituye un despropósito, pues si uno revisa los periódicos del mundo se encuentra con que todos los días se publican reportajes sobre esas y muchas otras lacras de distintos lugares del planeta. La diferencia radica en que el único lugar en donde armamos una pataleta descomunal, con mesarse de cabellos y rasgar de vestiduras incluido, es en Pereira. Mientras los otros asumen y enfrentan sus realidades, nosotros optamos por la histeria colectiva, haciéndole el juego a quienes pretenden dejar en la línea de sombra todas aquellas cosas que riñen con la campaña publicitaria empecinada en vendernos como región de oportunidades. La Tarde.