Polarizar para ganar
Con esa lógica, que es efectiva en lo inmediato pero que no construye futuro, se ha gobernado al país alimentando para ello la amenaza de la guerrilla pero también del narcotráfico. Sirvió para que los colombianos recuperáramos confianza en nosotros y fe en el futuro y para que los violentos supieran que el derrotismo no está en el orden del día de la nación. Un logro que llegó para quedarse. No existe candidato presidencial ni grupo político que esté dispuesto a desmontarlo. Los colombianos le darían la espalda de inmediato. Pero la realidad del país es más compleja que esa lucha, por importante y necesaria que haya sido, y los problemas sin resolver van más allá de lo que ella ha significado. Sin embargo, Santos quiere reducir el debate al asunto de mantener o no la llamada seguridad democrática, tema este que Colombia ya resolvió. Arriesga a quedarse sin argumentos ni gancho para pescar votos. Desesperadamente, de la mano del oscuro JJ Rendón, busca despertar la pasión uribista y mostrar que sus competidores no tienen ni las capacidades ni la voluntad para conservar el rumbo de la seguridad. Vano propósito.
Lo que si es real y de ello Santos no ha tomado nota, aunque si lo han hecho los candidatos y sectores mayoritarios de la opinión, es que urge ordenar la casa luego de los 8 años de uribismo – en lo institucional del gobierno central y de la descentralización, en lo presupuestal y de manejo de los dineros públicos, en la manera de ejercer el poder, respetar la separación de sus ramas y el ceñirse en toda circunstancia a la ley -. El país que no es antiuribista, reclama cambios para enfrentar la corrupción y la falta de transparencia en el ejercicio del poder. Ese deseo ciudadano lo simboliza más que decirlo, Mockus y el fenómeno de opinión que es la ola verde.
Igualmente se levanta el reclamo contra el desempleo, al cual no llegó la Confianza Inversionista uribista y contra el aumento de la pobreza, al margen de la publicitada Cohesión Social. En ese frente social y de empleo la vocería del cambio la lleva Noemí. Ella abre el camino para que la seguridad y la convivencia no dependan únicamente de las armas sino de una prosperidad democráticamente compartida y de la justicia social que genera solidaridad y compromiso. Lo entienden los militares, que plantear la necesidad de tener el tractor al lado del tanque de guerra, no es una mera frase de campaña sino todo un programa de gobierno, posible y necesario.