25 de septiembre de 2023

Los Zelig de Woody Allen

2 de mayo de 2010

No había transcurrido mucho tiempo su mandato, cuando por fin pudo el escritor colombiano resolver la incertidumbre. Después de todo, Chávez tiene una similitud con Leonard Zelig, aquel personaje de Woody Allen que se mimetiza según el interlocutor que tenga por delante, adaptando su apariencia para poder ser aceptado.

Chávez se adapta a las circunstancias; por ejemplo, cuando mentirosamente se refiere al candidato Antanas Mockus, negándose a opinar sobre él porque no lo conoce.

La verdad es otra: un canal de televisión nacional mostraba las imágenes de una reunión del alcalde de Bogotá con el mandatario venezolano. Por otro lado, el candidato del Partido Verde, el pasado 26 de abril, declaró a un medio radial que admira "en unos aspectos, al presidente Hugo Chávez"; además, agregó que su admiración es porque éste ha merecido la confianza de su sociedad, creo que ese es un hecho incontrovertible". Ignora el profesor que Hitler llegó a tener el más abrumador apoyo popular.

Al día siguiente, cuando Santos, en el debate cuestionó que el ex alcalde se hubiese manifestado a favor de una extradición suya y del presidente Uribe a Ecuador, por cuenta del bombardeo al campamento en el que murió Raúl Reyes, Mockus dijo: "no respondí con conocimiento suficiente". Se recuerda que él condenó la operación Fénix, más tarde rectificó.

Lamentablemente -sin duda un hombre honesto, su aparición capta la inconformidad de esa gran franja huérfana de opinión- es grave que no haya meditado su respuesta midiendo las proporciones de esa pregunta, hecha por un periodista ecuatoriano. Para nadie es desconocido que los candidatos están condenados a repetir un libreto escrito por sus asesores de imagen: dos ex alcaldes de Bogotá y el ex canciller Julio Londoño -el mayor experto en temas internacionales en Latinoamérica-. Afortunadamente, el candidato corrigió que no realizaría esa extradición. No puede, entonces, un estadista estar expuesto en cada paso a rectificarse a sí mismo.

Chávez no pasa de intimidar, los venezolanos todavía recuerdan la tentativa de captura del presidente Carlos Andrés Pérez, cuya responsabilidad en el fracaso se la atribuye a Chávez, quien bajo la consigna "la patria se limpia con sangre", arengaba a sus compañeros de armas. Los traicionó demostrando una actitud cobarde, al entregarse por primera vez el 4 de febrero de 1992, cuando el resto de los militares que lo acompañaban en la conspiración controlaban las principales ciudades.

El 11 de abril de 2002 hubo un intento golpista para bajarlo del poder. La noche de ese día su vicepresidente, José Rangel, le planteó tres alternativas: luchar, inmolarse en el palacio de Miraflores o rendirse. Chávez no vaciló en escoger la tercera.

Ni peleó ni fue capturado. Por sus propios medios se trasladó a Tiuna, la guarnición militar de Caracas. No fue el Che en las selvas bolivianas, ni Allende en el palacio de la Moneda. Pocas horas después, sin saberlo, y por la lealtad de unos amigos militares, lo restablecieron en el cargo.