28 de marzo de 2024

La decadencia del Partido Liberal y su nuevo rumbo

14 de mayo de 2010

No obstante de llevar un retiro prolongado de las contiendas políticas, siempre me he identificado con la filosofía liberal en todo el buen sentido de la palabra. El alejamiento político obedece a un solo hecho puntual: el manejo clientelista y desafortunado que le dieron al Partido algunos “dirigentes” que llegaron a la màs alta línea de mando, de tiempo atrás, valiéndose de maniobras y artimañas antidemocráticas y, por supuesto, antiliberales, que llevaron al Partido al borde del despeñadero quedando reducido a su mínima expresión, después de haber sido la colectividad mayoritaria en el contexto nacional por muchísimos años, y pionero, en otrora, de las grandes reformas constitucionales  caracterizadas por el impulso progresista y social.

Desde su fundación en Julio de 1848, plataforma ideológica propuesta por el periodista Ezequiel Rojas, el liberalismo ha soportado dos grandes crisis: la del ostracismo en la hegemonía conservadora de 1886 hasta 1930 y, la actual, de 1998 hasta hoy, la cual se puede considerar de caótica, y mucho màs grave que la anterior, por el cumulo de hechos o fallas estructurales y coyunturales que han debilitado ostensiblemente sus cimientos ideológicos y su fuerza de choque, tales como: dirección poco acertada del partido, especialmente en su papel como opositor; ausencia en iniciativas de macro proyectos vitales para el desarrollo del país, que lo convierta como alternativa de poder; apatía y escepticismo en gran parte de sus militantes; transfuguismo legalizado; mano blanda o permisiva con sus adeptos incursos en conductas ilegales y felonías, por el solo hecho de tener caudal electoral, etcétera, etcétera,.

Sobrada razón le asiste a Armando Montenegro en su análisis que hace en su columna de El Espectador, “La decisión liberal” (8 de mayo de 2010), en una posible, para mi fatídica, alianza con la U., pronosticando su desaparición, y yo agregaría una verdad màs evocando a León de Greiff, “Juego mi vida, cambio mi vida, de todas maneras la llevo perdida”, es decir, esa alianza seria como un ‘abrazo asfixiante’ de la medusa. En cuanto, a la adhesión a Mockus comparto parcialmente su enfoque. Si el partido liberal no pasa a segunda vuelta, como indica la ley de la probabilidad, la adhesión no requiere de ningún protocolo que gire alrededor de principios y programas comunes, ya que estos se confunden en su mayoría por la identidad de fondo que existe en las propuestas de los dos partidos, difiriendo en algunos por aspectos de forma, tales como la ‘educación ciudadana’ o su ‘pedagogía’. El apoyo unilateral a la campaña de los ‘verdes’ se debe hacer sin necesidad de pedir permiso ni exigir ninguna contraprestación a cambio.  

Si Mockus pierde la carrera presidencial, cosa poco probable, el partido liberal sigue en su estado natural de Opositor con una buena experiencia de 12 años a su haber, que de algo le habrá de servir para corregir ciertos errores protuberantes cometidos en estos ocho años de Uribe. Y si gana, el partido liberal tiene por delante cuatro años sin hostigamiento ni persecución para reestructurarse, ser protagonista en proyectos que lo señalen como alternativa de poder y recuperar las huestes mayoritarias descarriadas que le devuelvan el poder, y la bancada liberal podría ser clave para los proyectos del gobierno y de paso irse consolidando como líder de una política de centro-izquierda, proscribiendo las mañas que lo derrumbaron y anteponiendo el interés general del partido y del país, por encima de cualquier interés particular, asì se trate del màs encumbrado dirigente liberal.

Está  probado históricamente que en Colombia no tienen cabida los partidos políticos distintos al Liberal y al Conservador, quienes  han sido los protagonistas de primer orden en el acontecer nacional, los demás han sido y serán ‘grupos efímeros’ que no han consolidado su plataforma ideológica, es por ello, que es necesario su depuración y fortalecimiento para bien de nuestra democracia. Después del desbarajuste que ocasionó el escándalo de la ‘parapolítica’ en las instituciones y en los partidos, con excepción del Polo, y en menor grado del liberal, es urgente y prioritario una verdadera reforma política que toque a fondo los partidos y se den plenas garantías a la oposición; además, en lo que concierne a las toldas rojas se requiere hacer un reacomodamiento estructural y empezar a efectuar una ‘purga’, sin ninguna contemplación al estilo de las anatemas para los sacrílegos, para aquellos liberales que de una u otra manera le han causado grave perjuicio al partido, incluyendo, aún, a ex – presidentes de la república.

No cabe la menor duda, que el candidato del partido liberal es una persona honesta, descontaminada de las tentaciones venales propias de la politiquería, estructurado, de un alto nivel académico, en pocas palabras, excelente aspirante a la primera magistratura y, además, que le cabe el país en la cabeza, pero, desafortunadamente su candidatura no pudo despegar como él y algunos de los fieles liberales hubiesen querido, por dos razones simples y puntuales: desde hace tres años venia ese vendaval uribista arrasando con todo aquello que pudiera parecerse a una aspiración presidencial, ya que ellos tenían fincada la candidatura en Uribe en una segunda reelección y solo pendía de la vía libre al referendo reeleccionista, que por fin no se dio, llevando a màs de uno al borde del delirio tremens y al país a un estancamiento y polarización tenaz; la otra, el partido liberal como colectividad no había hecho un trabajo eficaz en estos doce años de permanencia en el pavoroso asfalto, que mereciera granjearse la confianza del electorado y recuperar su rebaño para poder enfrentar a un candidato que tuviera el beneplácito de Uribe, lo que sí ha podido lograr el partido verde, en estos escasos dos meses. 

Manizales, Mayo 15 de 2010.