EL SIRIRÍ
El caso es simple y directo. No hay dentro de las agremiaciones periodísticas ningún interés en ir al meollo de la discusión.
Mientras algunos buscan sólo figurar en directivas institucionales para hacer sus relaciones públicas personales y otros se hacen nombrar en comités culturales, u otras instancias alejadas de sus trabajos para fungir de importantes, esta profesión está en un abismo de decadencia nunca antes visto en la historia reciente de la región.
Buscar a funcionarios torpes y mediocres para llevar chismes a personas respetables y ocupadas en torno al debate es una muestra más de que la situación es tan precaria que la respetabilidad ha caído en una honda depresión.
El periódico La Crónica que no es ni mucho menos vocero oficial de nadie reveló la misma preocupación hace pocos días en su reconocida columna Coctelera.
No pasarán unas horas en que una agremiación periodística le envíe carta a los socios de la empresa editorial denunciado esta opinión.
Si ya lo hicieron sin ninguna prueba hostigando a uno de sus afiliados dizque por ejercer el derecho a opinar qué no podrían hacer ahora con los periodistas de La Crónica.
La situación es de verdad y sencillamente preocupante.
Mientras las agremiaciones no renueven sus cuadros directivos por periodistas serios, responsables y alejados de la chismografía parroquial esto seguirá siendo un aquelarre de cotilleos como vergüenza de lo que es y no debería ser.
ASALTANTES DE LA BUENA FE
Muchos infiltrados en los denominados medios de comunicación falsifican permanentemente documentos para hacerse a dineros fáciles de cuentas oficiales.
Oficinas de prensa de varias instituciones han tenido que amarrarse los pantalones para evitar que se defraude al erario por parte de indelicados aupados muchas veces por funcionarios públicos sin escrúpulos que amparan y acolitan estas situaciones ilegales.
Periodistas dizque respetables que se hacen otorgar contratos públicos violando todos los elementos sustanciales en sus objetivos y amparados por funcionarios venales que les alcahuetean incluso bordeando los códigos disciplinarios y penales.
Medios de comunicación auto certificando pagos de seguridad social, pensiones y riesgos profesionales a sabiendas que están cometiendo el delito de no cancelar sus obligaciones y suscribir falsificación en documento público.
Funcionarios públicos que ofician de periodistas en programas denigrantes poniendo a sus parientes de testaferros para que les cobren pautas oficiales. Si ninguna vergüenza lo reconocen públicamente.
Individuos que rompen con el decoro y salen a esquilmar el comercio en nombre de medios de comunicación que posteriormente éstos no tienen ningún empacho en nombrarlos directores.
Personajes encarcelados por supuestos delitos abominables hoy son los favorecidos de varios sectores oficiales que les pagan sin disimulo jugosas cuentas.
Comunicadores que han arruinado a colegas cuando éstos deben pagarles sus indelicadezas y siguen orondos sin muestra de vergüenza y con inusitada desfachatez.
Estos deberían ser los fenómenos que los gremios debiesen abordar para su debate.
Pero claro, están en otra cosa, mirando pequeñeces y huyendo de la discusión de la verdadera lacra que está carcomiendo esta importante profesión.
No hay peligro de que la historia los juzgue porque solo ésta se pronuncia sobre los que la hacen.
UNA LUZ AL FINAL
Por fortuna la universidad del Quindío en nuestro caso particular está preparando una camada de profesionales con lujo de competencia.
Estos jóvenes han asumido, podríamos decir que sin exclusiones, una posición recta y sobre todo muy profesional e idónea en el ejercicio de la profesión.
Varios medios de comunicación los tienen probados en sus nóminas y no hay comentario que pueda advertir mediocridad.
Son serios, asumen con responsabilidad sus trabajos, investigan, escriben bien, tienen claro hacia dónde se deben enrutar.
Si la universidad sigue preparando profesionales de estas condiciones muy pronto el periodismo será rescatado de las garras de la mediocridad en que está sumido hoy.
Por supuesto que hay claras y connotadas excepciones.
Quién tiene queja de una señora periodista como Rubiela Tapazco o de una joven y meticulosa Claudia Ardila.
Carlos Becerra, Roberto Jairo Betancourt, Tutty Montoya, Luis Carlos Rodríguez, Adriana Ruiz, se suman a los comunicadores dedicados con devoción a su trabajo.
Un viejo curtido como Jorge Eliécer Orozco controvertido pero respetado, Jair Castro enhiesto, Jaime Tobón, cuajado e intelectual, Álvaro Ortiz reportero pertinaz.
Javier Zúñiga, Ramos, Oliver en fin … todos sin excepción los de La Crónica, berraquitos y solemnes si se quiere.
Cesáreo Herrera, cauteloso y milimétrico, Libia Zuleta guía espiritual y respetabilísima.
Marleny Moreno Gómez, una vida dedicada al oficio. Jhon Diego Hurtado crítico severo y audaz. Carlos Enrique Rincón juicioso y preparado. Juan Diego Lozano, trabajador con su grupo de Une..qué equipazo.
Juan Manuel Lenis, cauteloso y profesional, Miguel Ángel Rojas controversial. Dentro de los cronistas deportivos quien puede dudar de James Padilla, Ferney Cardona, Javier Osorio, Danilo Gómez, Beto Serna, Gustavo Rendón, Darío Arce, para citar algunos.
Hay muchos buenos, honorables y decentes, no cabe duda, pero la situación general es de tal degradación que si esto no se corrige la sociedad que se avizora en el futuro será la que tendrá que sufrir las consecuencias de una situación mirada con desdén por quiénes debiesen tener la responsabilidad ética de asumir su debate público y no enconcharse en la chismografía como elemento inútil para justificar la mediocridad.
NOTA: este articulo fue preparado por
*DECENCIA EN EL PERIODISMO