El gran elector
Era necesario acabar de cualquier manera con el grupo armado que había rechazado la mano tendida en las conversaciones de paz.
Así se convirtieron las Farc en el más eficaz elector de Álvaro Uribe, y continuaron siéndolo cuatro años después cuando el argumento para la reelección fue el discurso de acabar definitivamente con la culebra que aún estaba viva.
Para desdicha del país y del Presidente, una entidad por encima de toda sospecha, la Cruz Roja Internacional, acaba de certificar que ocho años después de pronosticar su aniquilamiento, la culebra sigue viva.
Nadie podría pronosticar con seguridad que las Farc podrán ser utilizadas como argumento electoral, el 30 de mayo, por el heredero del presidente Uribe, Juan Manuel Santos. El miedo o el odio a las Farc son argumentos tan desgastados como las amenazas del lobo en boca del pastorcito mentiroso.
En cambio, una dinámica parecida está convirtiendo al gobierno de Uribe en el gran elector de Antanas Mockus.
Lea usted los numerosos mensajes sobre Mockus en Internet, recorte columnas como la de Lola Salcedo en este diario, póngale cuidado a las voces de los universitarios y de los profesionales jóvenes, escuche con atención el rugido de la ola verde y encontrará un elemento reveladoramente común: ninguno quiere que los escándalos de la era Uribe se repitan, todos quieren algo distinto, porque la política tradicional provoca rechazo.
Así, como objeto del rechazo, Uribe es hoy por hoy el gran elector de Mockus.
Fiel a sus prácticas políticas, el presidente Uribe lanzó dos ataques verbales contra el candidato verde, que el procurador Ordóñez miró con indiferencia cómplice. Según el Presidente, el alcalde Mockus fue débil ante el terrorismo porque bajo su mandato ocurrió el ataque con rockets al palacio presidencial el 7 de agosto de 2002.
Los medios de comunicación, sin embargo, hicieron notar que, meses después, el Presidente condecoró a Mockus por su trabajo en la Alcaldía y pusieron en evidencia el carácter malévolamente oportunista de esa acusación. Parecida suerte corrió el otro ataque con la mañosa comparación de Mockus con un caballo discapacitado, en una alusión innoble y de mal gusto al Parkinson revelado por el mismo Mockus.
En vez de convencer, los dos ataques convocaron la solidaridad con Mockus y de paso revelaron el nerviosismo del gobierno frente al ascenso del candidato. Uribe cumplía, a pesar suyo, el papel de promotor electoral.
Gran parte de los que el 30 de mayo votarán por Mockus lo harán en protesta similar a la de los columnistas que coinciden por estos días en la enumeración de los cambios que esperan.
El respeto de la legalidad, pide en su columna Óscar Collazos; “El no todo vale en contraposición con el fin justifica los medios, política de la actual administración”, escribe el ex Ministro José Fernando Isaza; “Una alternativa que permita avanzar en la lucha contra el mesianismo”, desea Rodolfo Arango; “Seguridad sin ‘chuzadas’ ni ‘falsos positivos”, pide Francisco Gutiérrez.
La columnista Patricia Lara ve: un país que se cansó de ver concentrado el poder en una sola persona, del descomunal ego político cerrado al diálogo, del espanto de tanta bala y tan pocos lápices, de la trampa y la mentira para imponer la voluntad de mando y el apetito de poder.
Como se ve, si Uribe no hubiera sido eso que hoy se rechaza, Mockus no estaría en lo alto de la ‘ola verde’. Milagros de un gran elector. El Heraldo.