Contrapunto
Ni qué decir ahora del valor de la palabra empeñada en política que también ha perdido su precio en grado superlativo.
Prueba al canto, véase sino el caso del doctor Andrés Felipe Arias quien, junto a los demás aspirantes a la candidatura presidencial del Partido Conservador, prometió acatar los resultados de la consulta.
¿Y qué ha pasado con el doctor Arias?
No es que haya roto la promesa, sino que jamás tuvo intención de cumplirla. Lo dicen sus actos de hoy. Su cálculo iba en la dirección de asegurarse la adhesión de los restantes contendientes creyendo, como cría, en su juvenil suficiencia, que la cosa no tenía pierde porque a la postre él sería el candidato. Pensó con el deseo.
El doctor Arias, más conocido como uribito, precisamente por carecer de identidad política propia, bajo pretextos majaderos, a esta altura del debate presidencial no acompaña a Noemí Sanin y ello tiene una explicación: Arias siempre tuvo claro que, en ganando la candidatura, correría obsecuente a entregarle el conservatismo a Juan Manuel Santos y, como no pudo hacerlo como candidato, ahí va haciendo su trabajo mandando aquella pequeña legión de pensionados añosos y cansinos, bajo el comando del ingeniero Rodado Noriega. ¡Cómo te extraño noble amigo!
Contrastando, Martha Lucía Ramírez en la apoteosis de los cerca de trescientos mil votos de opinión, que la consagramos como nueva estrella del conservatismo, junto con José Galat y Álvaro Leyva, están ahí firmes representando lo contrapuesto a la antiética conducta del tramposo que ha sido Arias quien, como siga así, va a superar por mucho al senador marinillo Román Gómez, muerto en olor a traición al Partido Conservador. Aún hiede a kilómetros de distancia.
Ahí están los tres, Ramírez, Galat y Leyva, como una sola pieza al lado de Noemí Sanín, legítima candidata oficial del conservatismo, corriendo la suerte que el partido corra.
No se puede hacer de los felones unos héroes. Por ello me opongo con beligerancia a que sean expulsados del partido o tan siquiera suspendidos los próceres Arias Leyva, Rodado Noriega, Gómez Martínez, Gómez Hurtado, Valencia López, Ospina Hernández, el inspirador Valencia Cossio, para citar solo a los prohombres de la conjura.
Mejor será esculpir con sangre sus nombres en el patio trasero de la sede nacional del conservatismo.
Sí Noemí gana, será a pesar de todos aquellos antiguos redomados burócratas. Si pierde, sería gracias a la felonía de los ingratos. Eso es de claridad meridiana.
A todas estas, pregunto, que será de la vida del gobernador de Antioquia, ¿con quién está? No me digan que deba preguntársele por ello al Beato Juan XXIII.
Tiro al aire: si las mujeres superaran esa maldita inclinación a canibalizarse, la elección de Noemí Sanín sería pan comido. Pero qué verracas tan envidiosas e inmaduras. En política, obviamente. [email protected]