Reconciliación
El maestro Darío Echandía sostenía que los antagonismos se resuelven no con disparos sino con palabras. Belisario Betancur quiso enmarcar la dimensión de la paz entregándole a los niños de Colombia la iniciativa de los símbolos que plasmaran ese anhelo nacional. En torno de la paloma se inventaron conmovedoras alegorías como recado de hermandad. Andrés Pastrana permitió que la guerrilla manejara como propio un extenso territorio y propició en San Vicente del Caguán un fluído acercamiento entre las partes en conflicto.Hasta este municipio viajaron los representantes de la autoridad, los dirigentes de las economía, los jefes políticos, los parlamentarios, los príncipes de la Iglesia Católica, para restañar heridas, buscando en lontananza unos acuerdos que sirvieran de epílogo a nuestra guerra civil de cincuenta años. Tal intento se desvaneció por circunstancias que el pais conoce y de nuevo retornamos a la noche del terror. Alfonso López Michelsen fue el gran campanero de la reconciliación y murió ambientando una salida política para este cáncer social. El senador Francisco Eladio Pèrez estuvo secuestrado durante siete años. Puesto en libertad, escribió sus experiencias en el prolongado cautiverio y enfáticamente conceptúa que los subversivos pueden ser mas de 25.000. Textualmente agrega : “…me parece un error minimizar el problema de la guerrilla, decir que está diezmada, que se está resquebrajando.Eso no es cierto, eso se dice para mantener tranquila y contenta a la opinión pública”.
Tiene valor, entonces, la siguiente pregunta elemental : ¿Este gobierno, o cualquier otro, debe resolver la vieja pugna guerrillera “a sangre y fuego”, o bien, mediante un acuerdo de contenido político para finalizar esta bárbara sangría?
En Irlanda, El Salvador, Uruguay, Argentina, y muchos países más, graves desarreglos sociales como el nuestro, encontraron la paz por el camino del diálogo. Ahora mismo en El Salvador y Uruguay los electores escogieron como presidentes a dos personajes que fueron líderes en esos rebeldes alzamientos populares. Hay que aplaudir los reflexivos derroteros programáticos de estos nuevos mandatarios, a distancia sideral de las tesis que enarbolaban cuando eran peligrosos agentes de una izquierda revolucionaria. En Colombia tenemos el aleccionante antecedente con el M-19. Esta agrupación subversiva ajustició a Jose Raquel Mercado, en ese momento el líder nacional de los trabajadores, asesinó, secuestró, destruyó el Palacio de Justicia e hizo un holocausto macabro con la vida de los Magistrados de la Honorable Corte. Con esta fiera agrupación se acordó la paz, y hoy, un candidato presidencial, un gobernador, varios legisladores y otros, que ocupan cargos importantes, ingresaron al limpio juego de la democracia.
Entonces, ¿bala o diálogo?
Del actual Presidente es la política del garrote que cuenta con un gran respaldo de la opinión. Prefiere el campo arrasado, la persecución diurna y nocturna, el uso de un lenguaje pendenciero, el botafuego de la agresión. Lleva siete años utilizando ese discurso, pero la paz no está a la vuelta de la esquina. Ahora la guerrilla no desplaza pelotones para los combates, sino pocas unidades que horrorizan con sus desmanes. Dos desalmados son suficientes para sitiar por hambre una ciudad. Un asesinato horroroso cometido por un reducido número de bandidos, pone en zozobra a todo el pais. Son casi cincuenta años de lucha atroz, y nadie en Colombia puede afirmar que la guerrilla está extinguida. Ni el cancelado halago de la zanahoria de Pastrana, ni el implacable garrote de Uribe, han generado un S.O.S. de los hombres que andan por la periferia de la geografía nacional sembrando el desorden en esta estéril odisea. Creemos en la concordia negociada que predicara López Michelsen, sermón que también comparte la Iglesia Católica. Los desalmados de Alfonso Cano son tan bandidos como los del M-19 de Gustavo Petro. Y si la paz se logró con éstos, ¿por qué no ha de ser posible con aquellos ?
Es difícil demandar ahora la reconciliación después del magnicidio del gobernador de Caquetá. Pero precisamente en los momentos de una exasperante temperatura extrema, alguien debe recordar que el pais necesita un clima de entendimiento propiciado por el alto gobierno. El odio de allá, acrecentado con la retaliación de aquí, hacen mas hondo el abismo que nos separa. Mas de 40 años de enfrentamientos demuestran que la subversión no altera nuestro sistema democrático, pero también evidencia que el estado es impotente para sofocarla. Oscar Tulio Lizcano en su dramático libro “Años en Silencio” puntualizó : Estamos en “una guerra que ni el Estado ni la guerrilla van a ganar jamás. Mientras algunos soldados y policías caen, otros quedan lisiados por pisar minas. La guerrilla se desgasta y con actos terroristas sacrifica a civiles inocentes.Por mi naturaleza y formación académica, soy un convencico de que la paz se logra a través del diálogo”.Nuestra meta obsesiva es la tranquilidad de Colombia. Ese propósito inmodificable lo resume Gilbert Cesbron en su libro “Los Santos van al Infierno” : “Lo bueno de la paz es que es algo contagiosa. Es una excelente enfermedad”.