21 de septiembre de 2023

Paga ser sapo

31 de enero de 2010

Salario: cien mil pesos mensuales y cupo asegurado hasta terminar estudios. Aptitudes: patriotismo, memoria fotográfica y excelente estado físico… No se requiere buen uso del castellano.

La hilarante idea presidencial de contar con mil estudiantes informantes de la fuerza pública para combatir el crimen en Medellín, remunerados con cien mil pesos mensuales, tendría como corolario: cero en matemáticas, diez denuncias; resultado: excelente.

Qué terror. El sapo, el chupamedia, el dueño del balón que hizo espinosas las capadas de clase, los partidos de fútbol y la vida galante de estudiante indisciplinado, a la postre simpático y hasta buen amigo de la adultez, convertido ahora en un posmoderno personaje asalariado de la Policía, oscuro, inquisitivo, necesitado de dar “positivos”.

Mil adolescentes informantes en Medellín, mil en Barranquilla, luego 32 mil en ciudades capitales. Miles de futuros profesionales que habrán pagado su título con otros miles -inocentes o culpables- tras las rejas.

De la Urbanidad de Carreño a la “urbanidad de carroña”. Del concepto de denuncia del delito como deber cívico y solidario mínimo, a miles de policías del Estado; adolescentes, inocentes convertidos en asalariados de la pesquisa.

Miles de Laurentis Beria, el informante preferido de Stalin. Observadores, fieles, espías de mano dura. Miles de estudiantes de escasos recursos que irían fundiéndose en la macabra imagen de las Juventudes Hitlerianas nutridas de buenos patriotas de camisa marrón y pantalón corto que denuncien primero a delincuentes y traficantes de droga, luego a comunistas, luego a los profesores irreverentes, a inmigrantes africanos y hasta a la inalcanzable novia del prójimo.

Cómo olvidar tan pronto que las alianzas de finqueros y campesinos perseguidos, las Convivir, la mayoría motivadas en el legítimo espíritu de cooperación contra el injusto ataque, terminaron convertidas en uno de los más siniestros grupos paramilitares de este y del pasado siglo en el mundo, causantes de más de 150 mil muertos, torturados y desaparecidos en menos de dos décadas.

Cada uno a lo suyo. Estudiantes a los libros, a la risa, a la solidaridad, al divertimento, al civismo; Alcaldes, Policía y Ejército a la pesquisa. Cien mil pesitos por miles a las becas de estudiantes, a las bibliotecas a las bandas (de música, no de informantes).

Miles de estudiantes que interpreten el diálogo de Mefistófeles sin la tentación de ser “aquella fuerza que siempre quiere el mal y sin embargo acaba haciendo el bien” o al contrario, aquel incauto que siempre queriendo el bien termina haciendo el mal.El Heraldo.