28 de marzo de 2024

No es cierto que la tierra tiemble hoy con más frecuencia que antes

29 de enero de 2010

Durante esos días, los movimientos telúricos venían siendo noticia. Aparte de un sinnúmero de réplicas en Haití, la prensa registraba el 17 de enero un sismo de magnitud 6,3 ocurrido mar adentro, a 354 kilómetros al sur de la ciudad argentina de Ushuaia, y al día siguiente un temblor de magnitud 5,8 en la frontera entre Guatemala y El Salvador.

La mayoría de los sismos pasan inadvertidos, salvo cuando por sus efectos se convierten en catástrofes de gran impacto, bien por el número de víctimas o por el valor estimado de las pérdidas y su efecto en la  economía de las regiones. Cuando estas suceden, la gente suele traer a la memoria otros eventos de este tipo y aumenta la percepción de que la frecuencia de los terremotos viene en aumento. Pero, ¿es eso cierto?

Capacidad de detección

Los sismos son procesos permanentes y naturales que han estado presentes a lo largo de la historia de la Tierra. Hoy día, gracias a los desarrollos en la instrumentación y al creciente número de estaciones sismológicas instaladas alrededor del mundo, es posible saber de manera inmediata y precisa las características de los sismos moderados que se producen en cualquier parte, y logramos localizar muchos pequeños terremotos que antes eran omitidos.

Si revisamos los catálogos que recogen de manera sistemática la información de la sismicidad mundial, es posible ver que las tendencias se mantienen cuando examinamos por rangos de magnitud y periodos de observación.

Ahora bien: existe una serie de actividades humanas, tales como la minería, las grandes explosiones, el llenado o vaciado de embalses y la inyección de agua o vapor en campos petrolíferos, que alteran el estado de esfuerzos en la corteza y, en combinación con las características geológicas del lugar, producen sismos (ver recuadro). Lo anterior, sin embargo, no permite suponer que los movimientos telúricos más catastróficos de los años recientes hayan sido causados por el impacto del hombre en la naturaleza.

Más vulnerables

Lo que sí ha cambiado, y conviene analizar por qué, son los efectos asociados a los sismos. Estos cambios obedecen al aumento en la densidad de población y de los bienes expuestos en zonas definidas como de alta amenaza, lo que en la mayoría de los casos trae consigo un aumento en la vulnerabilidad.

Otro aspecto que ha cambiado -y que consecuentemente ha generado la percepción de que la frecuencia de los sismos va en aumento- es que ahora podemos estar informados en tiempo real sobre los acontecimientos más impactantes que ocurren en el mundo. La difusión permanente de las noticias por los medios de comunicación capta nuestra atención y nos hace pensar que nos importa a todos. Es así que las imágenes desempeñan un rol destacado en la percepción que tenemos de las catástrofes.

Del mismo modo, la cercanía geográfica, la historia compartida y los elementos culturales comunes nos acercan más a determinadas tragedias. La memoria colectiva juega un papel preponderante en la percepción que podemos tener de un desastre y esto le da un mayor significado a la noticia en la medida en que se tiene registro de eventos similares. En definitiva, la percepción del riesgo es una construcción cultural producto de las ideologías, los valores y las diferentes formas organizativas de una sociedad.

Teniendo en cuenta que los terremotos son fenómenos naturales permanentes, lo que se debe cuestionar es: ¿Estamos preparados para resistir un evento de tal magnitud? ¿Cuál es nuestra capacidad de respuesta ante el mismo? Dos respuestas que se deben buscar en la forma como está estructurada la sociedad y en las categorías culturales construidas a partir de su organización.

Para intentar revertir el impacto de los desastres naturales, cada cierto tiempo el conjunto de naciones formula estrategias. La más reciente la constituye el Marco de Hyogo (2005-2015), "Aumento de la resiliencia de las naciones y las comunidades ante los desastres", que busca lograr una reducción considerable de las pérdidas ocasionadas por estos, tanto en términos de vidas como de bienes sociales, económicos, culturales y ambientales de las comunidades y los países..