La vida de los ‘paleros’ en Pereira

Foto: Angélica Alzate Benítez / EL TIEMPO
Hombres de edad que recogen tierra y escombros ven su trabajo como la única salida.
Una rústica banca de tablas, tapizada con el polvo que levantan las busetas, es la oficina de unos 25 'paleros' que se juntan desde las 6:00 de la mañana en el puente Mosquera en la Avenida del Río, en Pereira.
A este punto llegan los conductores de volquetas a contratar los servicios de estos hombres de manos ásperas a quienes se conoce como 'paleros' porque a punta de pala, recogen tierra, arena y escombros.
"Nos dedicamos a esto porque no hay nada más para hacer. A esta edad no nos dan trabajo en ninguna parte", cuenta Cresencio Rentería, un 'palero' de 53 años, 20 de ellos dedicados a esta
labor.
Por cada trabajo que hacen les pagan 15.000 pesos. "La volqueta viene y se lleva dos o tres. Al volquetero le pagan el viaje y él reparte entre nosotros", dice el señor que, con lo que gana,
sostiene a cuatro hijos y a su esposa. En un día bueno se hace dos o tres trabajos, pero hay otros en que no resulta ningún viaje.
La pala, que compran por 18.000 pesos, es su fiel compañera. "Uno trabaja con ella hasta que la lámina se desgasta, después hay que cambiarla y viene el problema, porque no hay con qué. Muchos no tienen y usan las de los volqueteros", dice Cresencio.
Enredados en las palas reposan unos descoloridos morrales, en los que cargan un termo con agua de panela y alguna camisa por si la lluvia o el polvo hacen insoportable la que llevan puesta.
"¿Almuerzo? Casi nunca llevamos. Si el trabajo da, se compra en la calle. Si no resulta con qué, no se come", dice Guillermo.
El que más corra
La forma como se contratan los 'paleros' es particular: los volqueteros se acercan a su 'oficina' y, sin bajarse de ella, les hacen una seña a los 'paleros' que dejan tirado lo que estén haciendo y corren hasta el carro pues los primeros que se suban son los que se ganan el viaje de trabajo.
"No trabajo desde hace un mes. No puedo correr mucho y no alcanzo a llegar a la volqueta", manifiesta Néstor Naya Bustamente, de 83 años, 31 como 'palero'. Por las carreras para poder subirse a la volqueta, Néstor ha sufrido caídas y fracturas.
"(Ahora) Para todo contratan máquinas, unas grandes, otras pequeñas y a uno lo que le toca recoger ya es lo mínimo. También la construcción ha caído y esta actividad es la que nos da de
comer", dice Cresencio mientras espera apoyado en su pala a que algún volquetero se acerque a la "oficina" de tablas y polvo, en la esquina del puente Mosquera.
ANGÉLICA ALZATE BENÍTEZ
CORRESPONSAL DE EL TIEMPO
PEREIRA