Dos libros amigos
Finalmente una institución filantrópica, que preside el odontólogo armenio Camilo Cano Restrepo, hizo la edición y asumió la comercialización, compartiendo beneficios con el autor, por fortuna con buenos resultados hasta ahora, porque la causa que patrocina el doctor Cano es el aguinaldo de niños pobres del Quindío.
Contiene el libro de Gonzalo datos de mucho interés sobre la colonización antioqueña y la fundación de pueblos y ciudades del norte del Cauca Grande, que era el Quindío en el siglo XIX. Reseña, además, el proceso cultural, cívico y comercial que se ha dado en esa región, con la memoria de las personas que lo han hecho posible: políticos, empresarios, religiosos, educadores, intelectuales…; matizado el relato con anécdotas de episodios y personajes que causan admiración y más de una carcajada. Revela también el autor la verdad documental de hechos que la intención política ha distorsionado, como el caso del coronel Barrera Uribe y la muerte del periodista Galarza, que según testimonios no fue un crimen aleve, ni el muerto era pera en dulce.
Interesante y delicioso este libro histórico de Gonzalo, que por fortuna pudo ver la luz pública, para que las memorias que contiene no se quedaran inéditas.
El otro libro, hasta ahora de circulación restringida a ejemplares de encargo, es el compendio bilingüe -español e inglés- que hizo el filólogo manizaleño Efraim Osorio López, de más de 1.600 dichos y refranes, mencionados y explicado su significado o intención moral o sentenciosa en los dos idiomas, recogidos de la tradición popular, muchos de ellos contenidos en el Quijote, cuyas citas son un trabajo de filigrana literaria, impecable en su presentación. La de don Efraim es una de esas obras de lectura recurrente, que deben permanecer a la mano para repasarlas con frecuencia, como un alimento de la mente y el espíritu.
Soy testigo de la paciente recopilación de información histórica del libro de Gonzalo, quien tuvo la fortuna de contar con un padre, don Jesús López Dávila, inquieto intelectualmente, cívico por excelencia y minucioso coleccionista de testimonios y memorias de su ciudad, Armenia, en quien el autor de “Quindío y Armenia Siglo XX” tuvo un guía certero e iluminado.
De igual manera, durante los últimos tres años he sabido del trabajo de don Efraim, quien con mucha frecuencia me llamaba para hacer un recreo telefónico, como pausa a nuestros respectivos trabajos, y participarme del progreso de su tarea.
Felicitaciones a estos dos amigos, que me honran con su deferencia, y para ellos y para todos mis lectores Feliz Navidad y un Año Nuevo a la medida de sus sueños. Crónica del Quindío.